El color de las amapas: El origen del narcotráfico en Sonora

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Por Ignacio Lagarda Lagarda
Nací en el sur de Sonora, en el municipio de Álamos, en los límites con el estado de Chihuahua, al piedemonte  de la Sierra Madre Oriental.

Fisiográficamente,  a la región se le considera como la Zona de Barrancas, localizada entre la planicie costera de los valles aluviales de los ríos y la gran meseta y cañones de Chihuahua,  la conformada por cañadas y barrancas que bajan de lo alto de la sierra, donde pocas horas del día llega el sol,  y que albergan  una flora, fauna y un microclima muy particular: húmedo, templado y boscoso, compuesto por pochotes, amapas,  guayacanes, mautos, paloblancos, baynoros y otros, que se extiende  a todo lo largo de la parte poniente de la sierra hasta sus confines en el sur, en el estado de Nayarit.

El ambiente de la zona, le da la semejanza de un enorme vivero natural donde se puede sembrar cualquier tipo de cultivo, incluyendo frutas tropicales.

Fui niño en la década de los sesenta y en aquella época los pobladores se dedicaban a la cría de ganado criollo, mismo que, por su particular cornamenta, se exportaba para ser utilizado en los eventos de rodeo en USA, y al cultivo de ajonjolí bajo el riego de temporal, que se enviaba a Navojoa, para producir aceite de cocina. De manera adicional, en las fértiles vegas de los arroyos y el río mayo, algunos sembraban maíz, calabaza, frijol y,  esporádicamente,  caña de azúcar.

Fue en 1971, cuando en las radios locales de Navojoa se empezó a  tocar un corrido compuesto por un músico y cantante alamense llamado Númen Navarro, que puede considerarse como el primer narco-corrido grabado en Sonora. Se llamaba “El jardincito prohibido” y se refería al descubrimiento, por primera vez en territorio sonorense, de un plantío de mariguana en unas comunidades del sur del municipio de Álamos, rumbo a El Fuerte, Sinaloa.

La canción logró un gran éxito y el escándalo local por la novedad de la actividad delictiva a la que se empezaban a dedicar los campesinos alamenses, fue mayúsculo.

La letra del corrido  es la siguiente:

EL JARDINCITO PROHIBIDO
Númen Navarro

 Voy a cantar el corrido, porque ha llegado la hora
Oigan lo que ha sucedido, al sur de Álamos Sonora
Dos lugares conocidos, al Cajón y Huricoa

 El Cajón y Huricoa, tienen de amigo al Potrero
Judicial y federales, dicen que se siente feo
Que al pisar esos lugares, que se les enchina el cuero

 El dinero es muy bonito,  no se le puede quitar
Dicen los de Huirocoa, nos pondremos a sembrar
Un prohibido jardincito, que nos pueda alivianar

 Los del Cajón les contestan, le vamos a entrar también
Nos traeremos del potrero, hombres fuera de la ley
Y aquí bien escondiditos, formaremos un vergel

 Cuando el jardín esta grande, y comenzaba a florear
Quince son los federales, que lo fueron a tumbar
Arrancan  cincuenta hectáreas, y siguen buscando más

 Los yerberos enojados, no se podían controlar
Al pobre del comisario, todos lo querían matar
La casa se la quemaron, pero él se pudo escapar

 Ya son muchos los malvados, que agarró la judicial
Son tantos los que agarraron, que ni parece verdad
La cárcel ya la llenaron, ¿Donde los ira a echar?

 Pero hay algo que es muy cierto, que dijo la judicial
Tanto trabajo que dieron, pa´ poderlos agarrar
Pa´ que de un momento a otro, los dejen en libertad




En el reverso del mismo disco de 45 revoluciones, estaba grabado un corrido dedicado a otro delito, ese sí, muy común para entonces en aquella región: el abigeato. La letra del corrido “Los tres estados”, es la siguiente:

 

LOS TRES ESTADOS
Númen Navarro

Estado de Sinaloa, de Chihuahua y de Sonora
En sus líneas divisorias,  como están tan desoladas
Ahí comenzó el bandido,  a hacer sus sinvergüenzadas

 Desiderio Burgos era hombre que a, todo le entraba
Abigeo y  bandolero, profesión que le gustaba
La judicial del estado, nunca le pudo hacer nada

 La marca de herrar que usaba, nunca estuvo registrada
Si el ganado iba quemado entonces, lo trasherraba
Orejanas y marcadas, parejo se las llevaba

 Roberto Cruz se quejaba, de que era el más afectado
Desiderio a cómo va,  va  acabar con mi ganado
Con que ganas lo colgaba, si yo pudiera agarrarlo

 Los agentes judiciales se Álamos,  sur del estado
En Santa Rosa Chihuahua, le quitaron el ganado
Y con rumbo a la frontera Desiderio había volado

 Desiderio al año vuelve, a pisar los tres estados
Lo acompañaba la muerte, apenas había llegado
Le cayeron de repente y a balazos, lo mataron

 Toda la gente pregunta, que si quien lo había matado
Los afectados contestan, unas balas que tronaron
Vamos a tomaron unas, a salud de ésos disparos.

Además de describir los hechos delictivos, los corridos reflejaban que las condiciones fisiográficas, sociales y climáticas de aquella región, se prestaban para realizar fácilmente actividades delictivas, sin que aparentemente las autoridades pudieran evitarlo.

Por aquello años, y aún hoy en día, la región se encontraba muy aislada, no había caminos en buenas condiciones que la comunicaran con el resto del territorio y lo fragoso del terreno impedía transitar fácilmente por él. Es lo que se le ha llamado siempre el Triángulo Dorado, conformado por la región donde convergen los límites de los estados de Sonora, Sinaloa y Chihuahua.

Cuando mi padre escuchó el corrido de Númen Navarro, comentó que aquello no era ninguna novedad, que desde que él era joven, había nacido en 1921, en la región se había sembrado amapola. Mi madre incluso dijo que en el patio de su casa en Milpillas, Chihuahua, las plantas de amapolas crecían turgentes con sus hermosos capullos y flores, que incluso las usaban como decoración doméstica.

Durante la Segunda Guerra Mundial, 1939-1945,  las batallas en el frente oriental de Europa, cortan el flujo de amapola y hachís proveniente de las extensas planicies de Afganistán y que entraban a Occidente por Turquía.

La amapola es la materia prima de la morfina, droga indispensable para mitigar el dolor de las heridas en los hospitales de guerra.




Ante la necesidad de suplir el suministro de esa droga indispensable durante la guerra, Estados Unidos busca afanosamente un territorio donde cultivarla y encuentra que la más cercana y apropiada es la zona de barrancas en la costa del pacífico mexicano y llega a un acuerdo secreto con México: implantar los sembradíos silvestres de amapola en el piédemonte de la sierra madre occidental, desde el sur de Sonora y Chihuahua hasta el sur de Sinaloa.

A la región llegan instructores militares no oficiales de los dos países que enseñan a los pueblos a sembrar amapola. El cultivo cunde y la prosperidad, encarnada en gruesos fajos de dinero,  llega a los pueblos miserables y perdidos de la sierra.

Un día la guerra termina y los gobiernos deciden que ya no hay razón para seguir con los cultivos, los instructores abandonan la región y ambos gobiernos declaran ilegal la actividad que ellos mismos habían creado, y se van, dejando a los pobladores acostumbrados a vivir en la abundancia del dinero.

Lo que los gobiernos no tomaron en cuenta, fue que los miles de soldados norteamericanos que volvieron a sus casas, llegaron inoculados por la adicción a las drogas y un  mercado de consumo de dimensiones incalculables se instaló en todo el territorio de USA.

Ante la necesidad ineludible de surtir el mercado de consumo norteamericano, pronto aparecieron por la zona de barrancas los compradores y promotores particulares de drogas y los sembradíos continuaron libremente, sin que aparentemente autoridad alguna lo supiera.

En noviembre de 1947, el periodista Armando Rivas narra en el periódico Excélsior que durante una gira de funcionarios de la Procuraduría General de la República por Sinaloa, el gobernador Pablo Macías Valenzuela, originario del sur de sonora, por cierto, es mencionado “por mucha gente como uno de los cabecillas de la banda de traficantes de drogas”.

Las actividades de cultivo y tráfico de amapola y mariguana siguieron tranquilamente su curso, de manera aislada durante los años 50, 60 y 70,  sin que aparentemente nada se interpusiera en su camino.

Recuerdo que en 1973, un familiar nuestro y otro íntimo amigo de la familia, de cuyo nombre no debo acordarme, fueron detenidos, el primero en una bodega y el segundo en un bar de Navojoa, por haber sido sorprendidos infraganti dedicados al tráfico de mariguana. Ambos fueron directamente a la cárcel donde purgaron una larga condena que finalmente les arruinó la vida para siempre.

El escándalo en la comunidad navojoense, por la detención de dos reconocidos lugareños y sobre todo en el ámbito familiar, fue de proporciones inmensurables.

Pero no fueron los sonorenses quienes asumieron el liderazgo del cultivo de droga en la zona de barrancas, si no sus vecinos sinaloenses.

A principio de los años sesenta, un sinaloense nacido en la zona de barrancas de aquel estado llamado Miguel Ángel Félix Gallardo se inicia en el negocio del  tráfico de la savia de la amapola, que en Sinaloa llaman goma, madre natural de la heroína, llegando al esplendor de su negocio en los años ochenta, cuando repentinamente se desata una intensa cacería sobre su imperio, a raíz de los asesinatos del agente de la Drug Enforcement Agency (DEA), Enrique Camarena Salazar, y de su piloto mexicano, Alfredo Zavala Avelar, en Guadalajara, en febrero de 1985.

Durante los años setenta y ochenta, los barones sinaloenses de la droga sentaron sus reales en el sur de Sonora, promoviendo y financiando el cultivo de la mariguana. El cultivo de la amapola pasó a la historia, al abrirse de nuevo el mercado de cultivo en Afganistán, en la lejana Asia.

El impacto social del cultivo de la droga en la zona de barrancas fue brutal, los jóvenes, indígenas guarijíos y criollos,  descubrieron que para ellos, era muchísimo más productivo dedicarse a esa actividad que ocuparse del ancestral cultivo de ajonjolí, mismo que también había sido sustituido por la soya para producir aceite, o dedicarse a la crianza de las famélicas vacas criollas, que también habían sido sustituidas por otro tipo de ganado en los eventos de rodeo norteamericano y su mercado de exportación había sido cerrado y, por lo fragoso del terreno, la cría de ganado de carne o leche era prácticamente imposible. No les quedaba otro camino.

Hasta donde tengo entendido, hoy en día, solamente un residente, amigo de mi infancia, de San Bernardo, el pueblo donde nací, de cuyo nombre tampoco debo acordarme, todavía se dedica a sembrar ajonjolí en sus siete hectáreas de terreno de riego de temporal. No tengo idea qué es lo que hace con las pocas semillas que cosecha. El pobre vive en la miseria.

Durante los años 80 y 90, los enfrentamientos entre las diferentes bandas de sembradores de mariguana en la zona de barrancas, asolaron la región con su violencia, que incluyó asesinatos atroces, usando inclusive granadas incendiarias, que costaron la vida a decenas de jóvenes desorientados.

La razón de la violencia, era la pérdida de las cosechas o la guerra por la delimitación de territorios.

Muchas familias abandonaron la región, dejando libremente las fértiles tierras de las barrancas de sus ranchos, en manos de los cultivadores de la droga.

Hoy en día, no sé lo que sucede en la zona de barrancas, la tierra donde nací.




*Ignacio Lagarda Lagarda. Geólogo, maestro en ingeniería y en administración púbica. Historiador y escritor aficionado, ex presidente de la Sociedad Sonorense de Historia.


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3 comentarios en "El color de las amapas: El origen del narcotráfico en Sonora"

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