viernes, abril 19, 2024
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El color de las amapas: Los Mormones en Sonora

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Por Ignacio Lagarda Lagarda
La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días
, también conocidos como “mormones”, fue fundada en 1830 en Fayette, Nueva York a iniciativa de Joseph Smith, quien a través de una revelación divina del ángel Moroni habría recibió la encomienda de “restablecer la Iglesia de Jesucristo sobre la tierra”, para lo que los mormones además de la Biblia tienen como texto sagrado El libro del mormón.

Desde su nacimiento, los mormones fueron hostigados por el gobierno y otras iglesias, orillándolos a un constante peregrinar. Siguieron la ruta de la expansión norteamericana hacia el Oeste. De Nueva York pasaron a Ohio, Missouri e Illinois, las Montañas Rocallosas. En 1847 hicieron un alto en el valle del Gran Lago Salado, en Utah.

Hasta entonces, los mormones vivían sin problemas en Utah, hasta que, en 1882, la Ley Edmunds, que hacía ilegal la práctica de tener más de una esposa y la Ley Edmunds-Tucker de 1887, que prohibía la poligamia se vieron obligados a buscar un nuevo lugar para vivir. En busca de esta “tierra prometida” se dirigieron hacia el sur, rumbo a México.

Tuvieron la fortuna de que al otro lado de la frontera con México, el presidente Porfirio Díaz ofrecía ventajas inmejorables a extranjeros productivos para que se asentaran como colonos en los que consideraba territorios despoblados y todavía amenazados por los indígenas.

Fue así como los primeros colonos o Santos de los últimos días,  George Lake, Isaac Turley, George Sevey y Alexander F. McDonald, llegaron al Noroeste de Chihuahua y acamparon en las cercanías de Ascensión en 1885 y con el tiempo se establecieron en siete colonias en la cuenca del río Casas Grandes. El primer asentamiento que crearon en la planicie del río fue Colonia Díaz en 1885; le siguió Colonia Juárez ese mismo año. En la montaña boscosa de pinos y abetos se asentaron la Cave Valley y Pacheco en 1887; Dublán, 1888; y García y Chuhuichupa en 1894.

Atravesando los llanos de Carretas, procedentes de las colonias en el estado de Chihuahua y desafiando los abruptos riscos del Cañón del Púlpito, catorce carretones con más de cien personas a bordo penetraron al Noreste de Sonora. En el pesado viaje, las carretas tuvieron que subir más de 1,830 msnm por una vereda por donde no habían circulado vehículos anteriormente y los hombres tuvieron que ir arreglándola quitando rocas y árboles, y excavando para despejarla. Las carretas fueron jaladas en las empinadas cuestas con cuerdas y poleas, y el descenso fue facilitado arrastrando troncos de árboles.

El 15 de marzo de 1892, el grupo salió del Cañón del Púlpito y entró al valle del Río Bavispe.  

George C. Williams y John C. Naegle habían negociado la compra de un terreno de algunas veinte millas a lo largo del río Bavispe donde se localizó un sitio para la fundación de un pueblo llamado Oaxaca el día de navidad de 1892.

Los mormones se asentaron justamente en un espacio antiguamente disputado entre pimas, ópatas, apaches, janos y españoles, que para finales del siglo XIX quedó pacificado; era una zona de frontera que, precisamente por su peligrosidad y difícil geografía, resultó poco atractiva para la agricultura y la ganadería.

En 1900, aguas abajo del río Bavispe, exactamente donde confluye con el río Batepito  a 96 kms. de Douglas, Arizona en la frontera con  USA, justo en el sitio donde pocos años antes, en mayo de 1887, ocurrió un devastador terremoto, en 3,642 hectáreas compradas en 1899, fue fundada la comunidad de Morelos.

En 1901, Morelos adquirió la categoría de “barrio” y pudo contar con un obispo, que además de ser autoridad religiosa, tenía a su cargo la administración civil del pueblo. Si bien la población de la colonia aumentaba constantemente, nunca pasó de mil habitantes.

En el otoño de 1905, la Oaxaca fue arrasada por una inundación del río Bavispe que destruyó el asentamiento y muchos colonos se mudaron a Morelos. 

En muy pocos años, los mormones de Morelos lograron hacer de ese páramo un vergel: su laboriosidad y enorme espíritu comunitario se volcaron a la creación de infraestructura de riego y la tierra pedregosa vio nacer cereales y frutas, además de albergar voluminosos hatos de ganado. Con sus excedentes agrícolas y ganaderos cubrieron los requerimientos de los muy florecientes centros mineros del Porfiriato: El Tigre y Nacozari.

Establecieron prósperos comercios y molinos harineros, con cuya producción cubrían la demanda de una amplia zona que llegaba hasta Cumpas y Huachinera. Desarrollaron el servicio de transporte en convoyes de carretones tirados por mulas, en los que acarreaban mercancías a las comunidades vecinas y centros mineros; algunos arrieros mormones consiguieron contratos en las minas El Tigre y Nacozari para acarrear metal, antes del tendido de las vías férreas. Instalaron el telégrafo y teléfono.

Mantenían relaciones con las colonias de Chihuahua y con los mormones de Arizona y Nuevo México; con los habitantes de Bavispe, Bacerac, Fronteras y otras comunidades cercanas nada tenían que ver. En Morelos tenían sus propias leyes, tradiciones y líderes.

En la comunidad no existían diferencias sociales, aunque no todos sus habitantes tuvieron el mismo nivel económico; todos cumplían una férrea disciplina en el trabajo y se mantuvieron fieles al “Orden Unido”. También destinaban tiempo para la diversión y en comunidad celebraban fiestas escolares en las que, a usanza de los planteles oficiales, se festejaba el 5 de mayo y el 16 de septiembre. Disfrutaban de paseos en bote a la luz de la luna sobre las plácidas aguas del río Bavispe y organizaban bailes al son de sus propios músicos, festejaban las navidades y eran muy buenos en el basquetbol.

Los mormones no aceptaban profesores mexicanos, no hablaban español; no había burdeles, policías ni cárcel, no los necesitaban, pues no se cometían delitos. A pesar de que no disponían de una oficina del Registro Civil, llevaban un puntual registro de nacimientos, matrimonios y defunciones. El gobierno civil estaba representado por un comisario, nombramiento que recayó en el líder religioso de la comunidad: el obispo, que  tenía la función de ser intermediario entre los colonos mormones y el Estado mexicano, ante quien garantizaban fidelidad y orden, así como el atractivo ofrecimiento de impulsar el desarrollo económico de la región.

El rechazo de los sonorenses se expresó en el terreno económico; los mormones pronto controlaron el mercado regional, dominaron el sistema de transporte en esa difícil geografía, tuvieron el control de la comunicación telegráfica y guardaron, además, excelentes relaciones con la élite política del estado. El rechazo de los lugareños – particularmente de rancheros y comerciantes locales – se expresó en un atentado dinamitero al poblado en 1908 y el incendio al molino harinero en 1910, presagios de males mayores para los Santos de los últimos días.

En 1909, se planeó construir esta nueva colonia sobre las márgenes del Río Batepito, localizada a quince kilómetros al Noreste de Morelos, su nombre: San José. El proyecto comenzó a desarrollarse muy en serio y varios colonos, encabezados por la familia Langford, alistaron sus bestias y cabalgaron río arriba para concretar la nueva idea. Ésta no tuvo tiempo de consolidarse ya que fue abruptamente interrumpida por el movimiento revolucionario de 1910.

Mientras que en 1910 la mayor parte del país se convulsionaba con el inicio de la Revolución Mexicana, la vida en Morelos transcurría sin sobresaltos y cabalgaba a todo galope por la senda del éxito en todos los aspectos y llegó a ser una comunidad organizada y muy próspera económicamente.

Sin embargo, los problemas comenzaron con la rebelión de Pascual Orozco en contra de Madero. Lo primero que tuvieron en contra los mormones fue el hecho de estar sobre el único camino que conducía de Agua Prieta, Sonora a Casas Grandes, Chihuahua.

En esta etapa del movimiento revolucionario, Álvaro Obregón, quien al frente del 4° Batallón Irregular de Sonora, se dirige a Chihuahua para combatir a los orozquistas. Para ello marcha a Naco y luego a Agua Prieta, donde se le unen diversos contingentes. Una vez reorganizadas y aumentadas sus fuerzas, sale hacia Morelos, a donde llega el día 23 de junio de 1912, alterando la tranquilidad de sus moradores. En el pueblo se pone a las órdenes del teniente coronel Heriberto Rivera y se forma un ejército de 900 hombres. La sola presencia de los soldados mexicanos era motivo de gran inquietud y molestias para los residentes mormones, quienes en esta primera ocasión tuvieron que soportar a tanta gente extraña durante dieciséis días, ya que las tropas salieron rumbo a Chihuahua hasta el 09 de julio.

Los soldados, acantonados en las calles y en la escuela de la colonia, se comportaban escandalosamente. Hubo exigencias sobre la propiedad privada y los caballos de los mormones tuvieron que ser escondidos en las colinas para protegerlos. El Obispo Charles W. Lillywhite y una comisión de ciudadanos solicitaron a Obregón y Rivera que removieran las tropas a una respetuosa distancia de sus casas. Fueron recibidos con insolencia y los soldados continuaron bañándose desnudos en las acequias y contaminando el agua.

Cuando no eran los maderistas eran los orozquistas quienes mermaban su tranquilidad y sus bienes; ya sea mediante saqueos, confiscaciones, préstamos o créditos forzosos.

La desbandada de los mormones se aceleró cuando el jefe orozquista José Inés Salazar empezó a recogerles sus armas, argumentando que no podía permitir grupos extranjeros armados en territorio mexicano. Obviamente la exigencia de Salazar de desarmar a los mormones más que en el respeto de la ley, se basaba en la envidia que a los vecinos mexicanos causaban las buenas casas, maquinaria, ganado, tierras, etc., de los mormones, envidia que se remontaba al Porfiriato, cuando la mayoría de los mexicanos se explicó la transformación de los desiertos chihuahuenses en “fértiles campos de labor”, al hecho de que contaban con minas de oro, que secretamente trabajaban de noche.

Oaxaca era punto estratégico en la ruta que transitaron maderistas, maytorenistas, orozquistas y carrancistas; la Revolución puso fin a un exitoso y próspero ejercicio colonizador llevado a cabo por extranjeros bajo una ética religiosa particular. El ambiente enrarecido ocasionado por las acciones militares y, sobre todo, el profundo interés de las facciones contendientes por asegurar el dominio de la frontera para conseguir armamento en Estados Unidos.

Finalmente, el 30 de agosto de 1912,  450 mormones en 60 carretones, salieron rumbo a Douglas, Arizona  seguido de otro grupo el 03 de septiembre abandonando sus confortables hogares y prósperos negocios. La mayoría eran mujeres y niños. Un nuevo éxodo había comenzado, esta vez hacia los Estados Unidos, de donde habían salido menos de 30 años antes. Fueron alojados en campos temporales con tiendas en El Paso y en Douglas, Arizona, esperando y soñando con un pronto retorno a sus hogares.

Al cuidado de los intereses de la colonia había quedado cerca de treinta hombres, quienes, según informes en poder del Senado norteamericano, fueron víctimas de malos tratos, humillaciones, amenazas y pillaje, por lo cual los últimos mormones abandonaron la colonia a mediados de septiembre de 1912.

Unas pocas familias regresaron dentro de poco tiempo. Bajo la dirección del obispo Joseph C. Bentley, soportaron los siguientes siete años de incertidumbre bajo la revolución. Debido a su fortaleza, fueron el núcleo de Santos en México a quienes otros se les unieron cuando la violencia revolucionaria había cesado.

Pascual Orozco fue vencido por Obregón en septiembre pero antes, los “colorados” repartieron casas y terrenos de los mormones a mexicanos simpatizantes de su movimiento; una vez derrotado Orozco, se resistieron a devolver las propiedades.

El asesinato de Madero en febrero de 1913 complicó la situación; Oaxaca fue de nuevo escenario de guerra entre facciones militares adversarias; Carranza prometió apoyo a los mormones para que pudieran regresar a sus propiedades, pero la esperanza se esfumó para ellos en abril de 1914, cuando tropas de Estados Unidos desembarcaron en Veracruz.

Concluyó así el exitoso experimento colonizador practicado por los mormones en el extremo noreste de la frontera sonorense. En enero de 1916 el gobernador y comandante militar Plutarco Elías Calles, mediante decreto, “facultó al comisario de policía de Morelos para que efectuara un reparto ordenado de los terrenos y lotes urbanos a los solicitantes que fueran llegando”.

Después de visitas intermitentes de reducidos grupos de mormones a la colonia para evaluar el estado de sus propiedades, que no estuvieron exentas de riesgosos y a veces fatales incidentes, el señor Anthony W. Ivins vendió al gobierno federal las 14, 000 has y demás bienes de Morelos en cien mil dólares, mediante la escritura pública Núm. 4 con fecha 02 de junio de 1921, ante la fe del notario público Pablo Peralta.

Sucesivos acuerdos presidenciales de 1923, 1926 y 1930 concedieron en usufructo esos terrenos a cerca de cien mexicanos solicitantes bajo la modalidad de colonia agrícola y ganadera, conservando su nombre original, ahora como Colonia Morelos.

Colonia Morelos es actualmente un pequeño asentamiento enclavado en lo ríspido de la sierra sonorense, cuya fisonomía es muy distinta a la de los pueblos circunvecinos. Fue fundada en los albores del siglo XX por un puñado de hombres, mujeres y niños que se desterraron voluntariamente a causa de leyes que les eran adversas en Estados Unidos; para eludirlas, buscaron acomodo al sur de la frontera, en un territorio inhóspito, con la consigna de dar forma a un orden social fincado en una ética religiosa, la mormona, que permitió configurar una comunidad con sólidos vínculos sociales aunque aislada del entorno social de la época.

 

La Morita

En los años treinta, la familia Langford decidió fundar una nueva comunidad en el río Bavispe, aguas arriba de Oaxaca, a unos seis kilómetros de San Miguelito, al pié del cerro Mesa el Malpaís, en el municipio de Bavispe, con el nombre de La Morita

En 1990, la Morita tenía 58 habitantes, el AÑO 2000, 102 habitantes y el 2010; 218 habitantes.

Actualmente el pueblo cuenta con alrededor de 50 casas, lo que hace suponer que tendrá unos 300 habitantes.

Los mormones en La Morita se dedican a la agricultura, cultivan nogal (nueces), forraje, crían borregos, árboles frutales, cría de ganado, explotan minas, hacen trabajo de carpintería de alta calidad y se emplean y tienen negocios en USA

 

 

*Ignacio Lagarda Lagarda. Geólogo, maestro en ingeniería y en administración púbica. Historiador y escritor aficionado, ex presidente de la Sociedad Sonorense de Historia.


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Un comentario en "El color de las amapas: Los Mormones en Sonora"

  • Le agradecería mucho, señor Lagarda, que cite las fuentes de su artículo. Gracias.

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