viernes, abril 19, 2024
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El color de las amapas: Tienes poder, pero… recuerda que eres mortal

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Por Ignacio Lagarda Lagarda

“Si queréis conocer a un hombre, revestidle de un gran poder. El poder no corrompe, solo desenmascara.” Decía Pítaco de Mitilene (640 y el 568 a. C.),  uno de los Siete Sabios de Grecia y general griego que venció a los atenienses comandados por Frinón.

Se dice que el emperador de Roma Marco Aurelio, apodado “El Sabio”, considerado el último de los “Cinco buenos emperadores”, le gustaba pasear por las calles y plazas de Roma para ser vitoreado y aclamado por los ciudadanos como un semidiós, acompañado por un esclavo que caminaba algunos pasos detrás de él y cuando los vítores y las aclamaciones arreciaban, el siervo se acercaba discretamente a Marco Aurelio y le susurraba al oído “Recuerda, solo eres un hombre”.

Lo cierto es que el Senado de Roma tenía expresamente prohibido que los ejércitos romanos entraran en la ciudad. Así, cuando un general volvía victorioso, el protocolo solo permitía que el comandante en jefe de la tropa, acompañado de su guardia personal y los músicos, hicieran la entrada triunfal.

El general  y sus hombres aclamados por las calles de Roma y cuando el general llegaba ante el Senado, recibía como reconocimiento un esclavo y una corona de laurel. El General se subía a su cuadriga (carruaje sencillo y descubierto tirado por cuatro caballos ubicados en línea) y volvía a recorrer calles y plazas. El pueblo le arrojaba diversos presentes y flores.

La misión del esclavo era recordarle las limitaciones de la naturaleza humana, con el fin de impedir que incurriese en la soberbia y pretendiese, a la manera de un dios omnipotente, usar su poder ignorando las limitaciones impuestas por la ley y la costumbre.

Situado un paso detrás del triunfador, con una mano sostenía la corona de laurel sobre la cabeza del general sin apoyarla ni soltarla. Cuando subía la intensidad de las aclamaciones, se acercaba al militar y le susurraba al oído Respice post te! Hominem te esse memento!” que en español actual significa: “¡Mira tras de ti! Recuerda, que solo eres un hombre” (y no un dios). En el idioma latino se conoce como “Memento mori”, una frase que significa «Recuerda que puedes morir» en el sentido de que debes recordar tu mortalidad como ser humano.

Estos mensajes motivacionales o persuasivos se completaban con otras como: “memor senior, totus palma est volátilis” o “memento totalitas gloriae fluxa”. Con cierta ligereza, puede darse por correcta la traducción castellana de: “recuerda señor, toda gloria es efímera”.

Esta anécdota histórica debería ahora hacernos reflexionar. El pueblo, como hace dos mil años, necesita crear sus mitos. Al menos antes eran conquistadores que reportaban riquezas y vastas extensiones de territorios a su país, hoy en día, tenemos un elenco de personajillos que bien por interpretar de manera mediocre en un escenario, cantar sin provocar lluvia de granizos, o practicar algún deporte de manera destacada, se sienten superiores al resto de mortales y tratan de mantener suficiente distancia con lo que ellos consideran “la plebe”.

Así, podríamos recordar aquella llegada de Diego Armando Maradona a España y al sentirse rodeado por periodistas deportivos, hizo un gesto con ambas manos para que se detuvieran y dijo: “Maradona va a hablar”. A nuestro criterio, vomitó un conjunto insufrible de frases en las que hablaba de el mismo en tercera persona. Prueba inequívoca de su endiosamiento. Cuando terminó de hablar, sentenció “Maradona ha hablado”.

Hoy en día, también en cuadriga, esta vez de metal y fibra de vidrio encarnadas en automóviles de lujo, los hombres del poder han seguido el camino inverso de la gloria romana. Si aquéllos tenían término o llegada en la escalinata del símbolo del poder antiguo, éstos inician su camino desde la “oficina” de los palacios de gobierno.

Si aquéllos comenzaban su andadura triunfal en las aguas del Tíber, ahora lo hacen junto al otrora caudaloso río Sonora. Ahora, en lugar de coronarlos con laurel, les ponemos la bandera a cruz de pecho, nombramientos, presupuestos y las leyes a su servicio.

Y en vez de recordarles la “fugacidad de la vida” y lo “efímero de la gloria”, los hemos elevado para “integrarse a la página indeleble de la historia”, que algunos no se lo merecen.

Si nuestros ancestros patrocinaban sus actos de gloria con los pertrechos y tesoros del enemigo, nuestros modernos héroes se apertrechan impunemente del erario,  capital ajeno acumulado en ambos casos, aunque los procedimientos de acumulación guarden distancias significativas.

Pienso que quizá el asunto no es el ejercicio del poder, sino la naturaleza y la debilidad de quien lo ejerce, pero sobre todo, de quienes los vitorean, los aclaman y echan flores al piso de los hombres del poder.

Para esa extensa masa de sumisos acólitos que acostumbre a vitorear, recordamos la anécdota histórica que sigue: Un día estaba Diógenes comiendo un plato de lentejas. En ese momento llegó Aristipo, otro filósofo que vivía con gran lujo adulando al rey Alejandro Magno y le dijo: “Mira, si fueras sumiso al rey, no tendrías que comer esa basura de lentejas”. Diógenes le respondió: “Si tu aprendieras a comer lentejas, no tendrías que degradarte adulando al rey”.

En los años que tengo, he visto y sentido el poder, y he aprendido lo rápido que crece, que sube, que cae. He aprendido que los reinos, imperios, trienios y sexenios,  igual que vienen, se van.

No es necesario ser presidente, ministro, general, comandante, gerente, rector, director, líder u obispo para entender lo peligroso del poder, basta con ser más fuerte o alto que otro, tener dos monedas más que otros, ser padre o profesor, yo estoy entre estos últimos y creo que también alguna vez me he atontando.

Hoy a medio día le pedí a mi esposa que antes de cada comida me diga al oído “memento mori”, para recordar que soy mortal y que la gloria es efímera y la vida es como un suspiro.

Que alguien les haga llegar esta columna a los del “Nuevo Sonora”, que tuvieron el poder, y  nunca se dieron cuenta que eran simples mortales. ¿Sería por su infinita ignorancia o por no leer nada de Historia?, o ¿simplemente porque ya eran así y el poder solo los desenmascaró?.

C.c.p. Otro Sonora

 

 

*Ignacio Lagarda Lagarda. Geólogo, maestro en ingeniería y en administración púbica. Historiador y escritor aficionado, ex presidente de la Sociedad Sonorense de Historia.


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Un comentario en "El color de las amapas: Tienes poder, pero… recuerda que eres mortal"

  • ok, aunque te refieres al poder público, porque no aplica en sentido estricto, al poder personal

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