El color de las amapas: Sugar Man, el albañil y filósofo que fracasó

Facebooktwitterredditpinterestlinkedinmail

“En las vidas americanas no hay segundos actos”
F. Scott Fiztgerald

 

Por Ignacio Lagarda Lagarda
A inicio de los años veinte del siglo pasado, atraídos por las ofertas de trabajo en las armadoras automotrices norteamericanas y huyendo de las crisis económica provocada por la revolución mexicana, el matrimonio indígena mexicano Díaz Rodríguez emigró a la ciudad de Detroit, Michigan.

Instalados en aquella lejana ciudad, sus primeros años transcurrieron entre largos y gélidos inviernos a menos quince grados centígrados, noticias sobre contrabandistas de alcohol de Canadá en plena época de la prohibición y los azares propios de vivir en una Inner City, un eufemismo usado para referirse a los barrios de negros o hispanos, por lo general ubicados en el centro de las grandes ciudades norteamericanas, los Díaz Rodríguez procrearon cinco hijos, uno tras otro, hasta llegar al sexto, un varón nacido el 10 de julio de 1942, a quien, en razón de su orden de nacimiento, lo bautizaron como Jesús Sixto Díaz Rodríguez, un niño tímido que creció tocando una guitarra y detrás de unas gafas oscuras.

En 1967, a los veinticinco años, cuando trabajaba en una lavandería industrial y tocando en los cafés y bares de Detroit por la noche, el productor local Harry Balk vio una de sus actuaciones y le grabó su canción folk I’ll slip away” para un pequeño sello discográfico llamado Impact Lavel Records bajo el nombre artístico Rod Riguez, que Balk le impuso, porque pensó “que sería más atractivo que el propio”. El disco no funcionó y Sixto siguió tocando en bares repletos de humo y paredes corroídas y por su timidez haciéndolo de espaldas al público.

“I’ll slip away” producido por Harry Balk

En 1969, los músicos y productores Mike Theodore y Dennis Coffey, atraídos por la curiosidad del rumor hecho leyenda de boca a boca: un joven albañil de nombre Sixto Díaz Rodríguez canta, por el puro placer de hacerlo en un bar de la ciudad, acuden a buscarlo.

Una noche de bruma densa al entrar al club Anderson’s Garden, un tugurio a orillas del río Detroit a donde acuden prostitutas, obreros y hombres rudos a beber cerveza, fumar y armar escándalo, por encima de aquel alboroto y a través de la neblina provocada por el humo de cigarro, el vapor del alcohol y la brisa de la algarabía, alcanzan a ver incrédulos al fondo del local la sombra de un muchacho que, armado solamente de una guitarra acústica, sentado en una silla de madera y de espaldas a aquella masa de hombres rudos, acompañado por un organista y un saxofonista sin dientes, cantaba con una tímida voz dulce pero firme canciones que contaban historias de la clase trabajadora de Detroit y las crueldades que enfrentan los sectores sociales más pobres y marginados de las grandes urbes norteamericanas.

Theodore y Coffey se acercan al joven moreno de rasgos de indígena latinoamericano cuando dejó de cantar y le piden hablar con él para la posible grabación de un disco. Él les dice que sí y los cita para el siguiente jueves en la esquina de una de las calles del vecindario.  Se ven varias veces con él en diferentes esquinas del barrio, lo que les hace suponer que el muchacho era un trotamundos que no tenía donde vivir.

Finalmente llegan a un acuerdo y en marzo de 1970 salió al mercado el discoCold Fact” bajo el sello Sussex Records, una filial de Buddah Records del productor Clarence Avant, simplemente con el nombre artístico de Rodriguez (sin acento). El álbum, una mezcla de canciones que combinan blues, folk rock, rock psicodélico y pop con y arreglos lisérgicos a cargo de la Orquesta Sinfónica de Detroit, arrancaba con la canción “Sugar Man”, una carta de amor de un junkie a su dealer.

Clarence Avant pensó que tenía en sus manos a un muchacho que llegaría a ser grande, lo consideraba un genio pero en una presentación privada ante promotores de conciertos, ejecutivos de discográficas y demás peces gordos de la industria resultó ser un desastre. Se presentó borracho y le dio la espalda al público y a nadie le gustó eso.

Portada del disco “Cold Fact”.

 

Productores y músico estaban preparados para los aplausos pero Cold Fact” resultó un fracaso rotundo. No recibió la más mínima atención de la crítica y el público y sólo se vendieron cinco ejemplares.

Aún así el talento de Rodriguez atrajo a Steve Rowland, quien se lo llevó a Londres a grabar el disco Coming from reality” con joyas como las corrosivas canciones “A Must Disgusting Song” y “I Think Of You”, escrita a la mujer que besó por primera vez en la adolescencia, quizás una prostituta o una mujer mayor.

“Coming From Reality” salió al mercado en 1971 y luego de recibir críticas poco entusiastas y debido a las nulas ventas también resultó un fracaso y ahí acabó la carrera de Rodriguez. Su contrato fue cancelado dos semanas antes de navidad.

Paradójicamente, la letra de la canción “Causa” de ese disco empieza así:

Porque perdí mi trabajo dos semanas antes de Navidad
y hablé con Jesús en las cloacas
y el Papa dijo que no era asunto suyo
mientras la lluvia bebía champagne.

Mi arcángel estonio vino a emborracharme
porque el beso más dulce es aquel que no he probado,
oh, pero llevan su paga extra a Molly McDonald,
mujeres de neón, la belleza obedece, y se compra y se alquila.

Lo despidieron de su trabajo exactamente dos semanas antes de Navidad, tal y como lo había profetizado en la última canción del que fue su segundo disco.

Cuando lo corrieron de la disquera, Sixto Díaz Rodríguez pronunció una de las frases que ejemplificarían su sabiduría: “no es posible derrotar a la realidad”, y con la nieve en los tobillos y una casa sin calefacción en el centro de Detroit, el compositor más prometedor de su generación no le quedó otra alternativa que conseguir un trabajo como albañil, trabajador de la industria de la demoliciones tirando casas ruinosas, bodegas y edificios viejos.

Portada del disco “Coming from reality”

Sin embargo, en Australia todo era diferente. Un puñado de copias del fracasado álbum Cold Fact”  en EEUU llegó a Australia meses después de que el disco saliera en 1970 y en 1972, una de ellas cayó en manos del Dj Holger Brockman, quien empezó a programar la canción Sugar man en la emisora radial donde trabajaba en Sydney y se convirtió en un éxito inesperado. Cada joven tenía una copia de sus discos además de los de Bruce Springsteen y Billy Joel.

Las tiendas de discos empezaron a vender copias en más de 250 dólares, y finalmente la discográfica Goose Records lo distribuyó a lo grande por toda Australia y Nueva Zelanda.

Lo mismo sucedía en Sudáfrica donde nadie sabe muy bien cómo llegaron los discos de Sixto Rodriguez a ese país. Hay quien supone que en 1971 una chica australiana casada con un norteamericano y residente en California llegó de vacaciones a su país trayendo consigo una copia como regalo para un familiar, quien se lo tocó a sus amigos y les gustó tanto que se expandió como una plaga en copias caseras por todo el país, que para mediados de los setenta en cada hogar de clase media blanco estaba el álbum Abbey Road de los Beatles, algo de Simon & Garfunkel, y “Cold Fact” de Rodriguez.

Lo cierto es que a mediados de los años setenta las canciones de Rodriguez se hicieron populares en el sur de África, desde Rhodesia (hoy Zimbabue) hacia el Sur y sus letras se convirtieron en la inspiración de miles de jóvenes atrapados en una sociedad aislada, dominada por un asfixiante apartheid y con pocos vínculos con el mundo, donde todo estaba prohibido y llegaba de forma clandestina. Debido a sus letras, varias de sus canciones fueron prohibidas por la South African Broadcasting Corporation. Músicos como Koos Kombuis, Willem Möller y Johannes Kerkorrel se inspiraron en el mensaje de la música de Rodriguez.

Al agotarse las copias de sus álbumes del sello Sussex Records a mediados de los años 70, el sello australiano Blue Goose Music le compró los derechos de su catálogo para Australia. El sello Blue Goose Music reeditó sus dos álbumes de estudio más un álbum compilación titulado “At His Best”, que incluía grabaciones inéditas de 1976, tales como “Can’t Get Away”“Street Boy” y  una regrabación de su primer sencillo “I ‘ll Slip Away”.

Sin el conocimiento de Rodríguez, “At His Best”  se convirtió en disco de platino en Sudáfrica y él alcanzó estatus de músico de culto.

A finales de los 70, gracias a ese inesperado éxito, los promotores de conciertos australianos localizaron a Rodriguez en Detroit y a principios del año 1979 viajó a Australia acompañado de sus dos hijas adolescentes y de The Mark Gillespie Band como banda de soporte para hacer una gira de 15 conciertos. Hasta entonces nunca había dado un concierto, sólo había actuado en bares y salas de su ciudad y parecía que le daba vergüenza estar en el escenario.

Tocó para 15 mil personas en Sydney, casi el mismo número de fans que escucharon a Rod Stewart unas semanas antes.

Regresó a Australia en 1981 para una gira con Midnight Oil, una banda de rock australiana reconocida por su característico sonido hard-rock, de intensas presentaciones en vivo y su mensaje de abierto activismo político, tras la cual se retiró de la vida pública de nuevo y regresó a su casa en Detroit  a su trabajo como albañil.

“Pensé que era el momento más alto de mi carrera”, dice Rodriguez hoy. “Había alcanzado mi épica misión. No pasó nada más después de aquello. Ni llamadas ni nada”.

Dos conciertos de la gira fueron editados en un álbum exclusivo para Australia titulado “Alive” (Vivo). El título de dicho álbum daba a entender el rumor de que Rodríguez había fallecido varios años atrás.

Para 1991 sus álbumes fueron editados en Sudáfrica por primera vez en discos compactos y según algunos cálculos para mediados de esa década las ediciones sudafricanas de los dos discos de Rodriguez vendieron alrededor de medio millón de copias y sus letras ayudaron a crear el caldo de cultivo del movimiento anti apartheid. Para entonces nadie lo había visto, lo que lo convirtió en un mito más grande que Elvis Presley y de pronto les llegó la falsa noticia de que había muerto sin que nadie supiera cómo.

Al más puro estilo Rashomon se propagaron tres versiones de cómo había fallecido:

  • La primera decía que en un concierto, mientras la multitud lo aclamaba mientras Rodríguez cantaba sus versos donde dice: “Gracias por su tiempo / ahora pueden agradecerme el mío”, y al decir ésta última frase, sacó una pistola de entre sus ropas se apunta a la sien derecha y se da un tiro.
  • La segunda versión contaba que estando en prisión, debido a razones que se desconocían, Rodríguez fue encontrado muerto en su celda.
  • La tercera versión era mucho más espectacular; estando en el punto más espectacular de un concierto y el público delirando, en medio del furor Rodríguez se baña en gasolina y se prende fuego frente a todos. Esta última versión fue la que más se propagó entre la fanaticada.

Seguramente alguien de la empresa encargada de distribuirlos hizo correr el fatídico rumor de su muerte. Para los sudafricanos su ídolo había muerto joven y envuelto en la tragedia, como Jimi Hendrix o Jim Morrison. Rodriguez nunca se enteró del poder de sus palabras ni mucho menos de que en Sudáfrica era más grande que los Beatles, entre otras cosas porque las regalías de sus discos nunca le llegaron.

A finales de los años noventa nadie sabía en Sudáfrica quién era Rodriguez, dónde había nacido, dónde estaba enterrado o si tenía familia y algunos fanáticos empezaron a buscarlo porque querían saber las circunstancias de su fallecimiento. Craig Bartholomew Strydom, un periodista musical obsesionado con la suerte del autor de “Cold Fact” y “Coming From Reality” unió sus fuerzas con Stephen Segerman, un fanático propietario de una tienda de discos, y entre los dos se pusieron a recolectar toda la información disponible sobre su ídolo. Comenzaron a investigar acerca de la identidad de Rodríguez y la razón por la cual el cantante nunca supo acerca de su éxito en Sudáfrica. En Estados Unidos nadie sabía de él.

Craig Bartholomew Strydom y Stephen Segerman

A pesar de que su nombre era moneda corriente entre sus contemporáneos sudafricanos e incluso entre las generaciones posteriores, los periódicos de Ciudad del Cabo nunca publicaron una entrevista o reseñaron su trabajo. En las bibliotecas encontraron sus discos con señales de que la censura había pasado sobre su música. En las copias públicas las autoridades rayaron canciones como “I Wonder” para que no pudieran ser oídas.

Se volcaron entonces sobre las letras de sus canciones tras alguna pista sobre su origen. Empezaron por el autor de las canciones y no lograron nada: cuando firmó las canciones en sus discos lo hizo de distintas maneras: Jesús Rodríguez, el nombre de su hermano, en realidad llamado Jesse. También firmó como Sixth Prince y como Sixto Díaz Rodríguez.

Después analizaron las letras de sus canciones palabra por palabra intentando encontrar un rastro sobre su paradero y solo fue hasta que descubrieron que en la canción “Inner City Blues” había dos frases que señalaban algo que parecía un lugar en el mundo: “Going down a dusty, Georgian side road” y “Met a girl from Dearborn, early six o’clock this morn”. Investigaron en Georgia, USA sobre su paradero y no obtuvieron ninguna respuesta. Después buscaron en varios atlas la palabra Daerborn intentando encontrar a la chica de ese lugar que menciona la canción y resultó ser uno de los suburbios de Detroit. Tenían por lo menos un punto en el mapa.

Llamaron a varios periodistas de Michigan pero nadie se acordaba del tal Rodriguez. Examinaron también entre las compañías discográficas intentando contactar a los productores que trabajaron con él. Finalmente Strydom logró hablar con Mike Theodore, uno de los productores de “Cold Fact”, y al preguntarle cómo se había suicidado el cantante, Theodore le dijo que Rodríguez no estaba muerto pero no sabía dónde vivía.

Strydom escribió entonces un artículo sobre su búsqueda y lo publicó en varios diarios norteamericanos dando datos de cómo contactarlo en caso de que algún lector supiera el destino del cantante. No recibió información alguna.

A inicios de 1998, crearon una página rudimentaria en Internet en la que publicaban una imagen de un empaque tetra pack de leche con la imagen de Rodríguez de 1971 tomada de la portada del disco “Coming from reality” en la que lanzaban una simple pregunta: Desaparecido: ¿Ha visto usted a este músico? Fue visto por última vez en 1971.

Poco tiempo después, Segerman recibió en su casa de Ciudad del Cabo una llamada de una mujer de nombre Eva quien le dijo que conocía a ese músico y le reveló la verdad: Su padre no había muerto y vivía en Detroit. Eva resultó ser una de las tres hijas de Rodriguez.

Empaque de leche con el anuncio de la búsqueda de Rodríguez

Un día después, Segerman recibió una llamada a medianoche, era Rodríguez quien le llamaba. Le dijo que era un obrero y que sí, que todavía tocaba la guitarra. La noticia paralizó a Segerman y lo hizo llorar de la emoción.

Ambos fanáticos lo invitaron a Sudáfrica para que reclamara su corona. Ese mismo año Rodriguez se sacudió las telarañas y aceptó dar un par conciertos en Ciudad del Cabo. Creyó que se trataba de pequeños “toquines”en bares pero a la salida del avión lo estaba esperando una limosina y fue hospedado en una suite de cama tamaño kingsize, en la que se negó a dormir y lo hizo en el sofá. Para los australianos el era un rey. La gira se llamaba “Dead Men Don’t Tour: Rodríguez in South Africa 1998”.

Fue en marzo de 1998 y  mucha gente pensaba que aquello era un fraude. Cuando apareció sobre el escenario en un coliseo frente a cinco mil personas fue como ver, literalmente, a alguien que había regresado de la muerte y el público tardó en reaccionar. Pero cuando el bajista empezó a tocar los acordes iniciales de la canción  “I Wonder” (Me pregunto) y él empezó a cantar, no había duda de que era Rodríguez y la gente coreó su nombre por diez minutos. Para la multitud sudafricana era como si en Estados Unidos Elvis Presley se hubiera levantado de la tumba. Al final del concierto dijo: “¡gracias por mantenerme vivo!”. Se presentó seis veces con lleno total.

Cuando regresó a Detroit sus amigos no le creyeron su historia y Rodriguez volvió de nuevo a su trabajo como obrero. Volvió a recorrer a pie las calles vestido como vagabundo con su abrigo negro a la ciudad donde se fabrican millones de automóviles.

Regresó al Sudáfrica cada dos años y comenzó a dar algunos conciertos por Europa. “Cold Fact” se editó en CD y poco a poco empezó a encontrar a su público a través del continente, aunque el éxito en su país de origen se le seguía resistiendo.

Un documental acerca de la gira en Sudáfrica en 1998 fue televisado en SABC TV en 2001. Más adelante se presentó en Suecia antes de retornar a Sudáfrica en 2001 y 2005.

En 2002 su canción más célebre, “Sugar Man”, apareció en “Come Get It I Got It”, álbum de mix del DJ David Holmes, lo cual le concedió nuevamente a Rodríguez amplia difusión en la emisora de radio australiana Triple J. “Sugar Man” había sido previamente remezclada en la canción “You’re Da Man”, en el álbum “Stillmatic” del rapero Nas en el año 2001.

En el 2006,  Malik Bendjelloul un sueco de padre argelino nacido el 14 de septiembre de 1977,  documentalista, periodista y ex actor infantil, renunció a su trabajo y se fue a recorrer Latinoamérica y África en busca de historias para un documental. En Ciudad del Cabo entró a una tienda de discos llamada Mabu Vinyl. Allí oyó por primera vez el nombre Rodriguez en boca del dueño del local, Serge Segerman, un melómano apodado para entonces Sugarman por su adoración al músico norteamericano. Bendjelloul se encontró de frente con una historia perfecta, casi un cuento de hadas con todos los elementos posibles: música, política, luchas raciales y un increíble regreso desde el más allá.

Decidió entonces filmar el documental sobre Rodriguez titulado Searching for Sugar Man, donde cuenta cómo el dueño de una tienda de discos y un periodista musical en razón de su pasión por un cantante se convirtieron en detectives y terminaron por desenterrar a Sixto Rodriguez.

En abril de 2007, Sixto regresó a Australia para la gira “Rodríguez Australian Tour 2007”, tocando en el East Coast International Blues & Roots Music Festival, también conocido como Byron Bay Bluesfest, al que regresó en 2010, y a conciertos en Melbourne y Sídney.

Después de que Bendjelloul trabajara durante cuatro años en la elaboración del documental,  en enero del 2012 Searching For Sugar Man fue estrenado en el Festival de Sundance donde ganó el Premio de la Audiencia. Ese mismo año ganó una veintena de premios cinematográficos, entre ellos el BAFTA y el mejor guion del Gremio de Escritores de América (WGA), el premio al mejor documental del Consejo Nacional de Crítica de Cine y el Premio Óscar en la categoría de mejor documental largo.

No obstante la súplica de Bendjelloul, se negó rotundamente asistir a la entrega del Óscar arguyendo que si él asistía se llevaría la atención que merecían los realizadores,  El día de la entrega Rodriguez estaba en su casa de Detroit durmiendo cansado recién llegado de una gira por Australia. “Me perdí el programa, acabábamos de regresar de Sudáfrica el día anterior. Mi hija Sandra me llamó para comunicármelo. De todas formas no podría verlo, no tengo televisión”, se sincera ahora.

Dos años después del estreno del documental, el 13 de mayo de 2014 Malik Bendjelloul se suicidó víctima de  una depresión insuperable.

La historia de Rodriguez apareció en el programa 60 Minutes de la CBS. Allí, en la mismísima sala de una sociedad obsesionada con el dinero y el éxito, Rodriguez soltó una pequeña bomba cuando le preguntaron si alguna vez había aguantado hambre. Con su voz pausada de maestro zen y su sonrisa de medio lado, respondió: “No hay por qué avergonzarse en ser pobre. Ser pobre no significa suciedad, estupidez o maldad”.

Durante los años en que fue un perfecto desconocido en USA, para no dejar morir su alma en 1981 se licenció en Filosofía en la Wayne State University de Detroit y se especializó en Lógica y Ética y como a Rodríguez lo que más le importa como artista es el tema social, la defensa de los derechos, la libertad y la paz, se postuló dos veces candidato al puesto de diputado local, tres veces para el City Council, dos veces para alcalde y una vez para senador. Todas las veces perdió.

Rodríguez se casó con una europea de apellido Kennedy y tuvo tres hijas; Eva, Regan y Sandra, actualmente vive con su esposa Bonnie.

A pesar de su nueva fortuna financiera, Rodriguez ha vivido en la misma modesta casa de Detroit los últimos 40 años. No tiene carro, computadora, ni siquiera televisión. Su hija Regan le obligó a que tuviera un teléfono móvil hace un par de años, porque se cansó de dar vueltas con el carro por su barrio buscándolo.

“Lleva una vida muy espartana”, dice Regan. “Casi me atrevería a llamarla de amish. Él me dijo una vez que había tres necesidades básicas: comida, ropa y cobijo. Una vez que llegas a ese nivel, todo lo demás es una capa de adorno”.

La mayor parte del dinero se lo da a amigos y familia. Donarlo le proporciona mucho placer, especialmente a la gente que le apoyó cuando no era un gran éxito comercial. Aunque me encantaría que se gastara algo de ese dinero en sí mismo”.

Viste todo de negro, pantalones de piel comprados en Londres, gafas de sol grandes, una elegante chaqueta y una gargantilla con un águila de madera de los indios americanos. Sospechosamente, en su pelo no hay ni rastro de canas. Sufre un glaucoma y su visión es muy limitada. Como consecuencia, se mueve muy despacio cuando camina normalmente va agarrando el brazo de alguien. “Todavía puedo distinguir algunas personas en el público, en mis conciertos”, dice ahora.

Actualmente Rodríguez continua realizando giras en varios países. Sus álbumes “Cold Fact” y Coming from Reality”, fueron reeditados en 2009 por Light in the Attic Records.

A sus conciertos las llama “Las citas con el dinero”, “Tengo muchos compromisos, y la lista sigue creciendo. Tenemos que pegarle cuando el hierro aún está caliente. El dinero, he de decir, es obsceno”, confiesa ahora. No está bromeando. Con una reciente serie de conciertos en Sudáfrica recaudó más de medio millón de euros que luego donó a sus hijas y amigos.

Sus conciertos, cuyas entradas se agotan al instante, han pasado de tener lugar en bares a contar con una fecha en otoño en el Barclays Center de Brooklyn, hogar de los Nets y de las actuaciones de Jay-Z, y donde caben 19,000 personas.

A pesar de ser un pacifista, Rodriguez se planteó la idea de alistarse en el ejército en la guerra de Vietnam. “Era el espíritu de aquella época”, dice. “Tienen una guerra cada 15 o 20 años, y siempre hay una cosecha de jóvenes que no sabe lo que está pasando, que han sido inspirados por los medios de comunicación. Amo a mi país. Es sólo el gobierno en el que no creo”. Al final no se alistó. “Me peleé dos veces con mi hermano por este tema”, cuenta, “además, me acababa de casar y por aquel entonces no aceptaban a gente que estuviera casada”.

Mientras en Sudáfrica, Australia, Nueva Zelanda y Namibia es un “superstar”, en el mundo del consumo y de lo superfluo, en el negocio de la música y de los espectáculos, Rodríguez no existe, a menos que les deje ganancias.

Este albañil cultísimo declara así su ideario estético: “my inspiration comes from the environment and personal angst”. Angst es un término propio de la jerga filosófica. Pertenece más al ámbito académico que a su uso vulgar como sinónimo de “miedo” o “angustia”. Está en el territorio de Freud y de Kierkegaard.

Rodríguez practica el amor incondicional, la democracia, la alegría de vivir, la dignidad del trabajo fecundo y creador, sin aspavientos. Dice su esposa Bonny: “es común que cuando caminamos por las calles, se detiene a hablar con la gente, especialmente con quienes necesitan ayuda. Lo he visto sacar de su bolsillo un billete de cien dólares y dárselo a alguien que lo necesita”.

Si algún productor lo busca para ofrecerle una gira de conciertos, él lo citará en alguna esquina del centro de Detroit. Por eso muchos piensan que todavía es un homeless.

Se le puede ver en giras por Europa, en Los Ángeles. En Sudáfrica, Nueva Zelanda, Namibia. En concierto usa el tuxedo que, cuenta uno de sus amigos albañiles, gusta de ponerse en casa cuando regresa, agotado, después de una ruda y larga jornada de trabajo.

En concierto se le puede ver feliz, como lo es en su vida cotidiana. También le gusta usar un chaleco que deja ver su cuerpo rudo, atlético, de albañil, y las marcas en la cara, como signos de vidas anteriores. Y su sonrisa de monje budista. Su bonhomía y candor de indígena mexicano. Su entrañable timidez.

En Detroit se le puede hallar caminando bajo y sobre la nieve, por las calles de la ciudad empobrecida. Vestido todo de negro, semiencorvado, sus pies haciendo sonar el piso de nieve y ese andar tambaleante también sucede sobre el piso de verano y sobre el piso de los escenarios del mundo: un albañil que canta, un luchador social que escribe poesía sublime, un cronista de la calle.

Es solo un aeda, un albañil y filósofo que afortunadamente aún no ha muerto.

 

 

FUENTES CONSULTADAS

 

 

 

*Ignacio Lagarda Lagarda. Geólogo, maestro en ingeniería y en administración púbica. Historiador y escritor aficionado, ex presidente de la Sociedad Sonorense de Historia.


– PUBLICIDAD –


 

Facebooktwitterredditpinterestlinkedinmail

Un comentario en "El color de las amapas: Sugar Man, el albañil y filósofo que fracasó"

  • el 26 agosto, 2017 a las 10:05 pm
    Enlace permanente

    Muy bien tu trabajo escrito de verdad es un trabajo fascinante q solo su pasión por la musica le ha llevado a la fama su perseverancia le felicito a los escritores de este documental. Sixto es un hombre raro no es común ver hombres como el no es amante del dinero y es un ejemplo a seguir.

    Respuesta

Responder a Anónimo Cancelar respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *