martes, abril 23, 2024
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Imágenes urbanas: Atender al corazón

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Por José Luis Barragán Martínez
José Luis Barragán
Hace tiempo, acostumbraba salir por la tarde-noche en bicicleta a recorrer las calles de la populosa colonia Olivos al sur de la ciudad, un tiempo seguía una ruta y luego otra, definitivamente el ciclismo es un ejercicio muy recomendable para la salud.

De tanto seguir una misma ruta terminaba por conocer su vida cotidiana, hasta hacía amistad con la gente que por fuera de sus casas disfrutaba de los atardeceres sonorenses.

En uno de esos recorridos me empezó a llamar la atención una anciana que en silla de ruedas se concentraba en las actividades del mundo que la rodeaba.

Un día me detuve porque en su rostro había algo muy especial, miraba con desesperación a la vecina de al lado quien lavaba y tendía. Llamó a una de las chamacas que jugaban en la calle la cual sacó un ajuar de la casa y acercó a la anciana al lavadero; como pudo se puso a lavar, luego, empujándose ella misma en la silla, fue tendiendo  la ropa en el alambrado de púas que servía de cerco.

¡Quería sentirse útil!

Con el tiempo empecé a saludarla y ella contestaba con una sonrisa que se depositaba hasta lo más profundo de mí ser, y seguía “lavando”.

Llegó el 10 de mayo, Día de las Madres. Cuando andaba por el centro de Hermosillo el corazón me dijo que le llevara una flor a la abuela de mis tardes; pero el cerebro me dijo que no ¡Qué pensaría la gente al ver a un hombre solo con una flor! Ganó el razonamiento y me abstuve de dar salida al sentimiento filial.

Al día siguiente, al pasar por la casa de la mujer había velorio, investigué y grande fue mi sorpresa al enterarme que había muerto al caer tratando de tender un vestido que había lavado.

Desde entonces me persiguió el remordimiento, pensando que una flor pudo hacer la diferencia.

Molesto conmigo mismo pensaba y repensaba el asunto, había que hacer algo y requerí a mi cerebro la solución ya que había sido él quien me tenía allí.

Investigué dónde estaba su tumba y a los días le llevé no una, si no UN RAMO DE ROSAS, sin importar lo que dijera la gente.

Había aprendido la experiencia; sin lugar a dudas, hay que atender al corazón.

 

 

*Por José Luis Barragán Martínez, colaborador


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