No tiene la culpa el indio: Repartidores

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Por: Malasuerte
Tengo muchos amigos que en algún momento de su vida han sido repartidores en moto. Invariablemente, la historia individual de cada uno de ellos pasa por la escena de la sala de emergencia donde son atendidos por que fueron atropellados, o por su propia falta de pericia tuvieron un accidente.

Ninguno de esos angelitos puede decir que no lo veía venir, dada su manera de conducir la motocicleta.

Desafortunadamente, no son solamente ellos las amenazas tras el volante que azotan nuestra ciudad (y asumo que en todos lados), ya que a diario  -en mi caso particular- tengo la desdicha de cruzarme con esta clase de motociclistas en repetidas ocasiones.

Pongamos el caso “hipotético” en el cual los motociclistas deban cumplir con algunos reglamentos:

  • Contar con licencia de motociclista, la cual se otorga después de aprobar un curso teórico y práctico.
  • Alguna especie de ley de transito que exigiera a los motociclistas a respetar los semáforos, altos, carriles y tráfico en general. Digo, no quisiera quitarles su derecho divino a meterse frente a mi cuando estoy haciendo alto-cola en un semáforo, por ejemplo.
  • No estacionarse en la banqueta o áreas designadas a el tráfico de peatones y discapacitados.
  • Traer mi comida a tiempo.

Y a propósito del tema, tuve la dicha de presenciar uno de esos rarísimos casos en los que dos repartidores iban jugando carreritas -por supuesto, metiéndose entre los carros- a altas velocidades. Al alcanzarlos en un semáforo, me llamó la atención que uno de ellos se veía diferente. En un segundo vistazo me dí cuenta el porqué: el brillante piloto llevaba ambas ancas de un solo lado de la moto. Decidí documentarlo y seguirlos, lo cual no fue fácil, puesto que iban bastante rápido, y al siguiente semáforo el susodicho se lo pasó en rojo.
No tiene la culpa el indio: Repartidores 2

Obviamente todo esto tuvo profundo impacto en mí, a tal grado que me ha inspirado empezar a conducir con las piernas cruzadas y un parche en el ojo izquierdo… Nos vemos en la calle.

 

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