“Amorcito corazón”: Una luz (de patrullas) al final del túnel

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Por Karla Valenzuela
Cuando una lee “Amorcito corazón”, parecería que está leyendo una crónica policiaca en un diario, claro, una crónica bien narrada por uno de los mejores reporteros de esos a los que les gusta escribir, que saborean cada palabra, que desmenuzan cada letra, de esos que ya están en extinción, pues, pero que alguna vez estuvieron en la sufrida -pero feliz- vida del periodismo.

Y sí, Carlos René Padilla es -ante todo- trabaje o  no en un periódico, un reportero, un periodista integral que sabe disfrazarse de sus personajes con sus letras como se disfrazaba otrora para conseguir las notas más creativas, o para sacar la información de primera mano.

Él también, como “El Niño Palencia” –uno de sus personajes- aprendió  a andar entre los reporteros policiacos, se colaba en todo, disfrazándose de lo que le diera en gana, a veces, hasta de él mismo. Y sí, tal como al Niño, y gracias a Dios, todavía no hallamos cómo quitárnoslo de encima, pero qué bueno.

Él también, como dice una parte de su libro, prácticamente aprendió a jugarse la quincena siendo reportero, y se la sigue jugando siendo escritor.

“Amorcito corazón” será para las nuevas generaciones otra manera de vislumbrar la muerte de Pedro Infante, ficticia, puesto que es novela, pero  -¿quién sabe?- a lo mejor hay algo de verdad en ella.

También es otra forma de ver la vida de los grandes ídolos de México, y quizás la misma manera de vez, de todos, todos los días, a los elementos policiacos.

“Amorcito corazón” está narrado, debo decirlo,  de una manera tan rápida, tan sonora, pero tan detallada, que los puntos y seguido sólo hacen que una quiera seguir leyendo para saber en qué acaba todo, aunque ya sabemos, o ya sabe una como lectora de novela negra, que el misterio, la desesperación, nunca acaban.

Es una historia policiaca en muchas que se van entrelazando, que van desde la Ciudad de México hasta Sonora, pasando por Sinaloa  y un tanto también por los gringos. Díaz y Rocha  llevan la batuta de lo policiaco, aunque en realidad es ese narrador omnipresente que lo sabe todo,  y es casi invisible, como un dios de la noche, el que controla todas las situaciones y selecciona, poco a poco, lo que debe ver el lector, lo que hace que, también poco a poco, nosotros seamos parte de esa historia.

Es una historia un tanto farandulera, donde hasta María Félix puede salir entre sus páginas. Al final, entre la policiaca y el espectáculo, a veces suele haber la misma oscuridad.

Carlos René Padilla no es un escritor de ahorita. Siempre ha escrito. Yo lo conocí escribiendo y publicando, haciendo lo que mejor sabe hacer: narrar. Creo que, como bien dice en su libro, la primera luz que vio cuando nació fue la de las patrullas, y desde ahí empezó a enamorarse de la literatura.

Él, con sus letras, siempre nos roba el alma, nos roba la certeza de que las cosas que escribe son fantasías de novela y nos deja la sofocante duda, nos deja a veces, pues, sin esperanza.

Sin embargo, también con la literatura nos regala mucho de verdad y eso absoluto.

Al final, se lleva el mejor botín: nuestra admiración, porque hace que las catástrofes parezcan ficción, aunque la verdadera hecatombe venga una vez que una da vuelta a la última página de su libro y se da cuenta de que estamos -otra vez- en el mundo real.

Karla Valenzuela, Carlos R. Padilla y Omar “Navo” Gámez presentando “Amorcito Corazón”

 

 

*Karla Valenzuela es escritora y periodista. Es Licenciada en Letras Hispánicas y se ha especializado en Literatura Hispanoamericana. Actualmente, se dedica también a proyectos publicitarios.


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