Imágenes urbanas: Moralitos

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Por José Luis Barragán Martínez
José Luis Barragán
Este 27 de febrero, se cumplen 43 años de la muerte de un servidor social que dejó honda huella en los hermosillenses, se trata del Teniente Enrique Morales Alcántar, a quien el pueblo mismo bautizó cariñosamente como “Moralitos”.

Durante 28 años, Moralitos estuvo pendiente del tráfico vehicular por fuera de la escuela Alberto Gutiérrez por la avenida Rosales, cuidando de los niños a la entrada y salida de clases.

“El Moralitos fue muy estimado y admirado por la comunidad de aquella época y un ejemplo a seguir, se hizo célebre porque le levantó una infracción a un Gobernador (Álvaro Obregón Tapia) y porque era insobornable, yo lo conocí cuando iba con otros niños al museo de la Universidad de Sonora, con su clásico ademán pidiéndoles aminorar la velocidad a los automovilistas”, platica emocionado don Conrado Bravo Villa, sastre de los buenos en el centro de la ciudad.

Moralitos; de voz suave pero firme al decir de quienes lo conocieron, semblante noble y con toque de inocencia, de gente buena, fiel al cumplimiento del deber y que más allá de ese cumplimiento proyectaba gusto y satisfacción y hasta de realización por llevar a cabo su cometido de salvaguardar la integridad física de los escolares concurrentes a la tradicional y prestigiada escuela mencionada.

Era emotivo ver cómo los escolapios se acercaban al lugar donde él se encontraba, se podía ver en su rostro que experimentaban la seguridad de quien se siente protegido por el cobijo paterno.

Moralitos formaba parte del cuadro citadino, cuando murió su ausencia se hizo presente de inmediato, alumnos y maestros, niños y grandes tanto de la escuela como de quienes cruzaban por el lugar, experimentaron una profunda tristeza, y más todavía al conocerse que fue víctima de un acto de violencia, poco común en aquella época, el hecho conmovió a la comunidad en general.

Cayó bajo las balas de odio ciego, así es la violencia, una muerte que no debió de haber sido, dicen que fue un simple asalto callejero, también que fueron guerrilleros de aquella época, lo cierto es que él no tenía enemigos y que la honestidad, cumplimiento del deber y el amor a sus semejantes que lo caracterizaron, han hecho que con el tiempo su figura se agigante.

Tanto en vida como después de muerto, su labor le han valido innumerables reconocimientos, entre los que se cuenta el pergamino “Homenaje a la Personificación del Sacrificio”, que recibió su hija Amparo el Día del Policía Internacional, en Rosarito, Baja California, en donde fue declarado “Procurador de los Niños Post Mortem Grado-Heroico”.

Moralitos tiene su estatua, la única que existe en todo México para un policía y qué curioso que cerca de allí, precisamente donde termina la Rosales continuando como boulevard Rodríguez, están las estatuas de dignatarios sonorenses de talla nacional como Adolfo de la Huerta y Generales Álvaro Obregón, Plutarco Elías Calles y Abelardo L. Rodríguez, lo cual no resta mérito ni importancia a nuestro modesto servidor público municipal.

Moralitos es un ejemplo que enriqueció y enriquece la vida de quienes lo conocieron o de quienes han escuchado hablar de él, nació en nuestra bella ciudad de Hermosillo el 15 de julio de 1914.

 

 

*Por José Luis Barragán Martínez, colaborador


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