jueves, abril 18, 2024
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Ludibria: Una voz que se niega al olvido

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Ramón I. Martínez
Ramón I. Martínez. La ChicharraHaciendo una relectura del libro de ensayos Abigael Bohórquez. La creación como catarsis, de Ismael Lares (Fondo Editorial Tierra Adentro, 2012), es posible encontrar entrelíneas el espíritú indómito del poeta, dramaturgo y promotor cultural Abigael Bohórquez (Caborca 1936-Hermosillo 1995). Abigael aceptó, rebelde pues a todo límite, la dura suerte de ser un poeta en la semipenumbra del siglo veinte, que empieza a ser reconocido en estos inicios del siglo veintiuno.

Poeta de culto, su obra ha sido escasamente abordada por la crítica. Tenemos por ejemplos el trabajo de de tesis de maestría de Ana Álvarez, el libro Abigael Bohórquez: Pasión, cicatriz y relámpago del Dr. Miguel Manríquez, así como el ensayo que Hernán Bravo Varela dedica al poeta en su libro Los orillados. En efecto, Bohórquez ha sido orillado por las principales antologías de poesía del pasado siglo y por la crítica, académica o no, a permanecer casi oculto. Es una voz que se niega al olvido. De ahí el valor del libro de Ismael Lares, joven crítico que da fe del descubrimiento de una voz que se niega al olvido.

“Poeta a imagen y semejanza de la poesía” como lo calificara Efraín Huerta en el poema-prólogo de Las amarras terrestres (1969), poemario fundamental en la obra del caborquense. Fue un poeta hijo de la modernidad, por lo mismo relegado, a la vez que crítico de la injusticia y desigualdad sistemáticas. Cantó su amor, abiertamente homosexual, lo que le acarreó no pocas malquerencias y ninguneos. Fue la suya una poesía de múltiples influencias, como los Siglos de Oro, la Generación de Contemporáneos, la Generación de 1927.

La poesis aristotélica es un concepto que Lares toma como preámbulo en el ensayo inicial de este libro, “La creación como catarsis” y señala: “Un elemento necesario en la creación poética es la capacidad para desbordar la conciencia, aceptar la creación como una catarsis (catharsis para definir el acto de purgación de las emociones) del pensamiento innovador” (p. 10) No sé hasta qué punto exista una purgación de las emociones en la poesía bohorquiana, puesto que “catarsis” es un término que Aristóteles liga más con la poesía dramática que con la poesía lírica, pero es notable que ésta es admirada como dadora de vida, de renovada vigencia y avasalladora. Más que purgar las emociones, las comunica y es en el lector donde ocurre la catarsis, un purgar sus propias inquietudes para identificarse con el poema y, como dice Lares, busca Abigael “renacer a una nueva vida que se le brinda en el ejercicio poético”, a la manera de los misterios de Eleusis de la antigua Grecia.

Hace cincuenta años
que nací pedigüeño de amor,
y voy de paso
al paso
antojadísimo
de que al menos tú, Muerte,
no me abandones.

Estos versos de Poesía en limpio (1990) son un testimonio del recurrente memento mori que tuvo Abigael Bohórquez desde su primer poemario, Ensayos poéticos (1955). Ya desde joven perfilaba el amor y el desamor, así como la denuncia y la protesta, en un poema tan celebrado como “Llanto por la muerte de un perro” (1957). Éste es un poema antológico, que es un canto de amor, es una elegía, una protesta y una denuncia social. En palabras de Ismael Lares, es “el poema entonces un punto de reconciliación. La catarsis como liberación y reencuentro. Muerte y renacimiento cotidiano. La expulsión y liberación de sentimientos es una catarsis. Abyección como método catártico para la purificación del ser”. La abyección puede ser tomada en el sentido de humillación. Aquí Lares habla de la “escisión elemental entre lo agradable y lo desagradable”. (p. 19) Fue Abigael un ser desagradable o incómodo para la cultura oficial: abyecto. Pero él lo eligió así, al alzar la voz para manifestarse tal cual era, levantando su amor a plena luz, en media calle. Abiertamente gay, con un homoerotismo que escandalizó a la conservadora sociedad mexicana de entonces. Y de hoy.

“Quizá la verdadera vocación de Abigael haya sido la de rebelde” (p. 25) Así pues, decidió ser un transgresor consuetudinario a las normas de comportamiento convencional, según lo declara en su texto “Corazón de naranja cada día” (1993), donde el ya maduro poeta hace una rescisión de su propia trayectoria, que no desentona con su declaraciones de principios anteriores, incluidas en su poemario Acta de confirmación (1966).

Dentro de su amplio registro temático, Abigael tiene no sólo el homoerotismo y la poesía de protesta. También están los poemas civiles (donde se canta a héroes olvidados), el amor al desierto natal y a la aquilina tribu, y destaca el amor a Sofía, su madre. De todo esto pasa revista Ismael Lares, quien aunque no pretenda hacer un tratado exhaustivo de la poesía bohorquiana, sí ofrece una panorámica bastante interesante de la misma. Pertenece Ismael Lares a la estirpe de los críticos que se abocan al descubrimiento de Abigael Bohórquez. Un libro que se agradece y que han de agradecer las nuevas generaciones de lectores del vate sonorense. Demos tiempo al tiempo.

 

 

*Ramón I. Martínez (Hermosillo, 1971) Maestro en Letras Mexicanas por la UNAM, profesor a nivel bachillerato en el Distrito Federal. Ha publicado Cuerpo breve (IPN-Fundación RAF, 2009). Cursa el doctorado en Humanidades en la UAM-Iztapalapa.


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