La Perinola: El cerebro de mi hermano (2013) de Rafael Pérez Gay

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Por: Álex Ramírez-Arballo
Testimonio fraterno y vital en el que se relatan los seis años de decadencia física y mental de José María Pérez Gay (1994-2013), hermano del autor: un día aparece el cansancio, después el entumecimiento, luego la torpeza, las caídas, la incapacidad motora, la niebla mental y finalmente la muerte. Se puede narrar la agonía como quien cuenta un viaje de regreso.

Sin concesión alguna al sentimentalismo, Pérez Gay aborda el tema de la muerte de su hermano como una condición esencial de la vida: sin ella la vida no sería vida sino un fastidio constante, algo parecido al infierno, pura existencia sin orillas. La belleza de los momentos que pasamos con los que amamos, las alegrías y las satisfacciones tienen sentido precisamente porque suceden dentro del marco de un tiempo finito: la perspectiva de la inmortalidad parece ser más bien un asunto para tontos o para cobardes.

Inscrito en la tradición de la patografía que se remonta hasta los textos veterotestamentarios, pasando por Mann, Tolstoi, Flaubert, Cervantes o Umbral, entre muchos más, El cerebro de mi hermano adquiere un talante testimonial que si bien es cierto no podemos llamar filosófico, tenemos que reconocer contiene un germen reflexivo importante; la muerte de José María –o Pepe o Chema- Pérez Gay es la muerte de todos los hermanos enfermos: se trata de la misma tragedia, repetida una y otra vez y que siempre nos sacude con la misma desazón. La muerte de un ser querido es un hecho perdido entre millones y millones de hechos en un día cualquiera, pero que para nosotros ha de ser un sacudimiento universal.

En cuanto a la intencionalidad del autor, creo que ésta implica un ajuste de cuentas personal y familiar, una reivindicación de la hermandad a pesar de las desavenencias y los conflictos naturales; a lo largo de este relato se observa el carácter impulsivo e incluso violento del enfermo, los conflictos que éste sostiene con el padre, la madre y el propio autor; ya en la edad adulta, Chema se afilia fervorosamente a la causa AMLISTA, mientras que Rafael se manifiesta crítico de los desplantes caudillistas del político tabasqueño: fue la campaña electoral de 2006 la que más hondamente separó a los hermanos. Tuvieron que pasar años para que aquella herida cicatrizara. La enfermedad de Rafael (cáncer de vejiga) superada después de una larga lucha y la enfermedad neurológica degenerativa (¿esclerosis múltiple?) de José María, con desenlace fatal, fueron los pretextos que permitieron la resolución de las antiguas disputas.

Este relato añade algo a la figura del hermano muerto, lo separa de la imagen de afiche en la que su vida pública, sobre todo su tardía militancia política, lo había convertido. El propio autor se refiere hacia el final del texto, no sin cierta sorpresa, al tono de los obituarios cargados de referencias mentirosas y grandilocuentes. Por suerte, nosotros los lectores hemos sido capaces de correr el velo y enterarnos de lo que sucede tras bambalinas, en ese espacio privado que las biografías de los grandes hombres desprecian: la cotidianidad.

La agonía no toca a José María, que no da señal alguna de comprender lo que se encuentra enfrentando; bien puede decirse que no muere sino que se extingue como el fuego. Evade toda autoconmiseración o toda prudente preparación para la muerte: se deja tomar por la garra de la enfermedad hasta que finalmente es vencido. Poco a poco va desasiéndose de sus posesiones amadas: la filosofía alemana, el psicoanálisis, la lectura, la escritura. Hasta el final lo atormenta una figura ambivalente: la madre, en quien ve un pozo de amor infinito y la puerta de acceso a los infiernos.

Hay un elemento contextual que nos muestra la vida de la ciudad de México en los sesenta y setenta. Por lo que vemos, la familia Pérez Gay  hubo de pasar por enormes penurias económicas, lo que no fue obstáculo para que José María un buen día decidiera irse a Alemania, lugar donde permanecería durante quince años. Regresó para incorporarse al servicio exterior mexicano y dedicarse a la academia.  A través de estas anécdotas observamos de reojo el crecimiento desmesurado de la ciudad de México, la vida cultural a través de sus revistas, la acelerada división social, el advenimiento de una modernidad caótica en la que el proyecto nacional de tumbos hasta llegar al nuevo milenio.

Más que un texto biográfico, El cerebro de mi hermano se me presenta como una conversación, uno de esos diálogos íntimos con que la memoria nos ayuda a urdir el pasado, seguramente buscando poner un poco de orden en las estanterías de la nostalgia y, con un poco de suerte, hasta encontrarle un poco de sentido a este asunto  -tan delicioso y terrible- que llamamos vida.

 

 

Álex Ramírez-Arballo. Doctor en literaturas hispánicas. Profesor de lengua y literatura en la Penn State University. Escritor, mentor y conferenciante. Amante del documental y de todas las formas de la no ficción. Blogger, vlogger y podcaster. www.alexramirezblog.com


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