jueves, abril 18, 2024
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Imágenes urbanas: La ilusionada

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Por José Luis Barragán Martínez
José Luis Barragán
Colonia Piedra Bola, año dos mil. Albita tiene veintinueve años y a su experiencia en la vida debe agregar ahora el de “Solterona”, como empieza a llamarla la gente.

Muchos aspectos de su vida han cambiado, pero el que más llama su atención es cuando va a divertirse que la sacan a bailar hombres o muy jóvenes o muy viejos para ella, mismos que le hacen insinuaciones no propias para una hija de familia.

Sus amigas ya casadas le dicen que de perdida debería de tener un hijo aunque fuera como madre soltera,
. Por otro lado, en torno a ella, la gente dice que una mujer de veintinueve, aunque esté soltera, “ya tuvo su experiencia”.

Ha empezado a quedarse sola por su fidelidad a los principios que recibió de sus padres de origen poblano: “preferible quedarse para vestir santos que manchar el honor de la familia”.

Por eso en el dos mil uno, al conocer a Rafael, fue inmensamente feliz cuando éste le dijo:

“Albita, no somos adolescentes, tengo treinta y seis y un trabajo modesto pero digno, eres la mujer que andaba buscando, estoy enamorado. Vamos a tratarnos unos meses, cinco o seis y luego nos casamos”.

Dichosa va Albita vestida de blanco, sale de la iglesia San José donde la misa le pareció un segundo, es feliz del brazo de su marido.

En el baile sus ilusiones le hacen reírse sola, aunque su felicidad es empañada cuando entre cuchicheos de los invitados alcanza a escuchar: “se casaron de urgencia porque va adelantada”.

Los primeros meses de casada ve miradas curiosas cuando al encontrar conocidas le dicen señalándose el vientre “¿Ya?”.

Año y medio después y los hijos sin venir, pregunta a su mamá: “¿Qué dirán quienes pensaban que iba embarazada cuando me casé?”.

Dos mil cuatro y nada, Albita sufre intensamente al enterarse que la gente se pregunta: “¿Cuál de los dos no servirá?”. Su esposo le dice que no se preocupe, que la quiere con o sin hijos.

Dos mil ocho; los rumores han desaparecido, si acaso se oye: “qué raro, no tienen hijos y tan felices que se ven, nunca se pelean y siempre andan en la calle como si fueran novios”.

Para estas fechas algunas de sus amigas que se casaron inclusive después que ella o se han divorciado, están abandonadas o sobreviven muy pobres con hijos desnutridos, aparte las golpizas que les propinan sus maridos.

Fueron a ver médicos pero éstos nunca se pusieron de acuerdo, unos decían que el malo era él, otros que ella, los más pesimistas decían que los dos.

También fueron con yerberos, curanderas y brujas, nada.

Ante lo infructuoso de todas las medidas y el sufrimiento de la mujer, su esposo ahorró y la llevó hasta el Distrito Federal, a la Basílica y allí, ante la Guadalupana, le dijo: “mi hijita, Ella sabe por qué no tenemos hijos, si Ella quiere nos los mandará, algún día”.

Febrero del dos mil once; Albita de treinta y nueve años, Rafael cuarenta y seis. Se han acostumbrado a vivir solos, empiezan a planear la adopción.

Mediados del dos mil once, Albita barre por fuera de su casa, de pronto todo le da vueltas y cae. Al despertar su marido está a su lado y le dice: “vas a ser madre”. Nuevamente sus ojos enrojecen para dejar salir lágrimas de felicidad.

A la semana, Albita, que ya no hacía vida social, fue a casa de su amiga Thelma para una demostración de perfumería, más que nada se decidió a ir para decirle a las de la colonia que esperaba bebé.

Pronto se despidió porque le tocaba ir al doctor, en la puerta de salida alcanzó a escuchar de adentro: “¿Será de Rafael?”.

 

 

*Por José Luis Barragán Martínez, colaborador


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