Espejo desenterrado: ABC, de aquí a la eternidad

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Por Karla Valenzuela
“¿Quién está hecho para la tragedia y lo incomprensible del sufrimiento? Nadie”, dice el escritor norteamericano Philip Roth y, si efectivamente nadie estamos hecha para ella, mucho menos lo estaremos si en la tragedia están involucrados niños.

En el caso de la guardería ABC, lo más trágico es que los hechos podían haberse evitado, que nunca debieron haber sucedido, que nunca siquiera imaginamos –nadie- la magnitud del sufrimiento que hijos, padres, hermanos, todos en el mundo, podíamos experimentar desde el 5 de junio.

Yo no sé usted, pero mi perspectiva del dolor cambió a partir de ese momento y no imagino forma de acabar con la tristeza cada vez que se hace memoria de la muerte de 49 niños y otros tantos lesionados de por vida. No me imagino ya sin el humo que ABC dejó en el alma para siempre.

Lo curioso es que lo que no ha cambiado es mi perspectiva sobre la justicia; si antes pensaba que tardaba en llegar, ahora creo que no llega nunca, porque en casos como éste no hay justicia que valga ni que cure los daños.

Han pasado ya siete años, que se cumplen el próximo domingo, y todo parece seguir igual. Ha habido trámites, gente llamada a declarar, órdenes de aprehensión, amparos, encierros… y demás… todo se queda en procedimientos.  Al final, aunque verdaderamente se encuentren culpables y se sepa a ciencia cierta  qué o quién provocó el incendio, servirá para hacer una parte de justicia y que alguien o algunos reciban castigo, pero otra parte -la de la ausencia- nos recordará siempre que hace falta más justicia y hace falta todos los días.

Y es que la realidad es que no estamos acostumbrados a procurar justicia, mucho menos a exigirla. Es más, en pleno siglo 21, me pregunto si acaso nuestras generaciones o las que vienen sabemos y saben lo que es ser justo.

Salimos a la calle a diario, nos topamos en el tránsito a gente que va y viene y se atraviesa por nuestro andar sin pedir un solo permiso; la mentira es pan de todos los días en nuestra sociedad, no sólo en las noticias, también en nuestra vida diaria, en nuestra casa, en nuestro trabajo, en todos lados. Hoy, en esta vida tan apresurada, la falta de compromiso con nosotros mismos y con los demás es ya una manera de ser.

Pero lo cierto es que la ausencia de 49 niños nos llama a que procuremos justicia, no nomás en ese caso, en todos y a todas horas. El caso ABC nos recuerda dolorosamente que todo acto humano repercute inmediatamente en otro ser humano y que, muchas veces, no hay manera de volver todo atrás.

Hace siete años lloramos el sufrimiento de unos niños que sólo cumplían con su deber: dormir la siesta mientras aguardaban la llegada de sus padres; hoy, sólo sé que la mayor justicia que pueda haber es obligar a que nunca más haya una tragedia como ésta.  Aún así, las ansias de justicia seguirán eternamente.

 

 

*Karla Valenzuela es escritora y periodista. Es Licenciada en Letras Hispánicas y se ha especializado en Literatura Hispanoamericana. Actualmente, se dedica también a proyectos publicitarios.


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