viernes, abril 19, 2024
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Espejo desenterrado: El maestro nos enseña a vivir

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Por Karla Valenzuela
Siempre he pensado que los profesores tienen una gran responsabilidad en la vida; después de nuestros padres, son ellos los que se convierten en guías desde niños de los que deberán forjar el futuro.

La madre Agripina, la maestra Toñita, y hasta la maestra Josefina, marcaron mi rumbo los primeros años de primaria. Con ellas aprendí lo que debía hacer y lo que no debía hacer y, hasta con su expresión, marcaron mis recuerdos y sentaron las bases de una vida que, bien o mal, ha sido en un ambiente de paz.

Y es que – como decía Platón“dos excesos deben evitarse en la educación de la juventud; demasiada severidad, y demasiada dulzura”, y ése por lo menos en mi caso fue un dogma que rigió mi educación primaria y secundaria. Nunca fueron pocos los mimos de las profesoras, pero tampoco fueron pocas las reprimendas de las que –más seguido de lo que quisiéramos– nos hacíamos merecedoras. Y así aprendimos a empezar a caminar por el mundo, y así aprendimos también que nunca se deja de aprender y que siempre habrá alguien –¡bendito sea!– que nos indique cómo seguir adelante.

De mis saberes tempranos, agradezco que haya llegado hasta mí la lectura, el gusto por la ortografía y la habilidad para inculcarla. Eso no lo hubiera logrado sin mi madre, primero, y luego sin mis maestras. Una vez que se conoce el placer de la lectura y se fortalece el oficio de la escritura, el mundo, el universo –hasta el que no imaginábamos– se vuelve claro.

Es por eso que hoy, que ya está próximo el Día del Maestro, es buen momento para recordar a nuestros asesores de vida –y también de obra– y rendir honores a las personas que de tantas maneras van todavía marcando nuestro aprendizaje.

La maestra Rita Plancarte, el maestro César Avilés y tantos otros que caminan a diario por la escuela de Letras, ya son parte de mi vida y de ésta que soy como profesionista y como mujer. Claro, están los idos, como Volker, el Villa  y el propio Abigael, que aunque ya no están señalan a diario mi camino a través de sus innumerables anécdotas en el aula y fuera de ella.

Desde aquí, va un abrazo también a Martha Munguía, a Rosa María Burrola y a todos los que entregan verdaderamente mucho de lo que saben para multiplicarlo a través de sus alumnos. Ser maestro no es nada fácil, ni social, ni económica, ni emocionalmente a veces, pero es una de las profesiones que más se agradece y que, por supuesto, debe ser valorada siempre.

Un abrazo hasta el cielo tío Ricardo, también tú aún sigues siendo mi maestro desde allá.

 

 

 

*Karla Valenzuela es escritora y periodista. Es Licenciada en Letras Hispánicas y se ha especializado en Literatura Hispanoamericana. Actualmente, se dedica también a proyectos publicitarios.


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Un comentario en "Espejo desenterrado: El maestro nos enseña a vivir"

  • Honor a quien honor merece…..has expresado muy bien al maestro en este artícuo y halagados son los mentores a los cuales se les reconoce su misión…felicidades maestros que por su labor serán recordados siempre

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