Die Woestyn: El llamado al otro lado

Facebooktwitterredditpinterestlinkedinmail

Por Alí Zamora
Groenlandia es la isla de mayor extensión territorial en el planeta Tierra, y 80% de su superficie está cubierta exclusivamente por hielo. Esto último solamente sucede en otro lugar del planeta: la Antártica.

Groenlandia es parte del reino de Dinamarca, e incluidos en este reino se encuentran Dinamarca misma y las Islas Faroe, y aun depende en gran parte del gobierno de ese país a 2,920 kilómetros de distancia. Dinamarca, me han dicho los suecos y un noruego, es conocida por la Europa continental como “el pene de la unión”, tanto por su ubicación como protuberancia colgante (¿creciente?) y por la insistencia de los daneses de querer hacer las cosas a su manera o joder lo que se encuentra por delante. Nuevamente, esto de acuerdo a los suecos.

La población de Groenlandia se estima actualmente en unas 56 mil personas, poquito más poquito menos, la mayoría de ellas en las costas del suroeste de la isla y con la mayor cantidad de la población en la capital: Nuuk, mini-ciudad de unos 16 mil habitantes y feria.

De acuerdo con las más recientes estadísticas de sondeos de población, todos y cada uno de los 56 mil nativos de Groenlandia han conocido a un habitante de la isla que haya cometido suicidio.

Durante varias décadas la causa de muerte número uno entre la población, específicamente en los hombres de edad adulta joven (entre 15 a 24 años de edad), fue el suicidio; llegando al punto de que en 2010 se estimó que ocurría un suicidio por semana.

Yo solamente he conocido a una persona dentro de este espectro.

Puesto que aun me encuentro con vida, debo admitir que yo no puedo entender la decisión que han tomado tantas personas y que, estadísticamente hablando, alguien, en el mismo momento que usted lee esto, debe estar debatiendo internamente la decisión: el fin de la propia vida. De su propia vida, se entiende.

No obstante los “avances” de nuestra sociedad, no obstante las “riquezas” que se puedan acumular, el suicidio es algo que puede infectar cualquier alma humana. En años recientes se pueden mencionar a algunas de esas personas que lo tenían todo, como el comediante americano Robin Williams, y que aun así sucumbieron ante sí mismos y tomaron la decisión de dejar este mundo por su propia mano.

Yo no puedo entender la decisión que han tomado tantas personas. He pasado buenos y malos tiempos, he tenido diferencias de opinión y pensamiento con mis seres queridos, he tenido problemas financieros y de salud entre mi persona y mis seres queridos; sin embargo, nunca actué basado en sentimientos de impotencia, ni debatí mis pros y contras respecto a si era el momento indicado de empacar maletas y echarse a andar.

Quizás porque fui criado con ese miedo religioso (católico apostólico romano, patris et filii et spiritus sancti) al infierno y al purgatorio de la Biblia; misma compilación de cuentos que nos decía el suicidio es un pecado capital que nos prohíbe la entrada al cielo de los católicos donde todo es pan blanco con miel y leche condensada: justo el lugar al que queremos ir a tirar barra durante toda la eternidad.

Aun cuestionando el fervor religioso de mis abuelas (incluidos los rosarios antes de los juegos de los Naranjeros o de que subiera al montículo Randy Johnson, paterna y materna respectivamente) al crecer, aun cuestionando el conocimiento de que la Biblia es la palabra de dios y el hecho de que la palabra de dios “es” y no hay vuelta de hoja, aun pensando en la ciencia y la nada, o en el espiritismo y el éter ectoplásmico, o en el agnosticismo y las dudas, sigo sin encontrar una razón contundente para acabar con la vida misma.

Entonces ¿es algo que sucede de repente? o ¿es algo que todos llevamos dentro? Quizás es, sólo para algunos, como el café negro sin azúcar.

No puedo saber esa respuesta a ciencia cierta, misma razón por la que yo no puedo entender la decisión que han tomado tantas personas.

Y como alguien que no logra comprender al cien por ciento lo que está sucediendo en su entorno, hago lo más humano que puedo: buscar culpables a mi alrededor y apuntar dedos acusatorios.

pointing

Cuando me llegó la noticia de que Gabriel Echenique, hijo del capitán Echenique, se suicidó, de inmediato pensé en la culpa que otros debieron tener (no en la mía).

Le conocíamos y le llamábamos por el apodo de “Loba”, por lo menos los que hablábamos español en la escuela de música, los angloparlantes le llamaban “Gabe” mientras que un instructor hacía el esfuerzo de llamarlo “Gay-b”.

Convivimos por dos años y en ese tiempo nos conocimos solamente “por encimita” (como decían las mamás cuando era niño). Pero aun escuchando la historia de su día final, la cual se escuchaba había sido contada y perfeccionada relato tras relato, no podía entender por que Loba decidió tomar su vida cuando en realidad nada le faltaba.

Lo que sí podía hacer, como he mencionado, era buscar culpables inmediatos.

¿Los miembros de su banda? Quienes lo retuvieron en Los Angeles y en las drogas, y de Los Angeles se lo llevaron al DF, de donde tuvo que regresar a su nativa Cuernavaca al no cuadrar el futuro planeado con el futuro real de su banda, “Vrede”. Quizás.

¿El hecho de que su padre era piloto, su hermano arquitecto y recientemente comprometido a contraer matrimonio y él malo para las matemáticas y músico? Eso pudo haber sido también, aunque no lo sabré, ya que nunca se tuvo una conversación a fondo al respecto. Por lo menos no conmigo.

Recordé entonces una conversación que tuve con el primer roommate de Loba, su amigo oriundo de Cuernavaca también, quien (en palabras de ambos, Loba y este muchacho) fue quien lo convenció a “aventarse a la escuela de música”, al día después de una aparente discusión entre ellos.

El roommate de Loba había regresado a Cuernavaca para pasar un fin de semana mientras que Loba quedó a cargo del apartamento; un aparente apagón mientras Loba se encontraba ensayando con su banda creó una disputa entre los dos morelenses. Y yo podía entenderlos a los dos si me lo proponía:

Loba le estaba dando prioridad a su banda y a la música mientras sentía que no era su responsabilidad quedarse a cargo de las cosas cuando a otra persona le daban ganas de irse a pasear nomás porque sí.

O, más bien, por razones que a Loba no le parecían.

Mientras que el roommate de Loba, con  boleto de avión financiado por sus padres para regresar a Cuernavaca, teniendo como propósito estar con su novia de 15 años, a quien recientemente había desflorado, decía que no era justo que Loba dejase alimentos en estado de putrefacción por más de dos días en un refrigerador compartido hasta que él regresase.

El apagón no era culpa de Loba, ¿pero el desperdicio y mal olor de la cocina? Quizás sí.

Cuando pregunté qué más había pasado entre ellos el día anterior, hubo un silencio incómodo hasta que por fin obtuve respuesta con acento del sur de México: “Pues nada, güey, Loba se puso a decir un chingo de cosas”…

¿Qué cosas?

“No, güey, pues cosas de Loba. Que cagado, ¿por qué quieres saber?”

Tantas respuestas pasaron por mi mente:

Para saber.

Para ayudarlo.

Para hablar con él.

Para saber si es serio.

Para saber si está bien.

Para saber si va a estar bien.

Para prevenir que le afecte en un futuro.

Para evitar que tome decisiones impulsivas.

Lo que finalmente dije fue: “Pues tú sabes”, y este muchacho continuó grabando videos para mandarle a su novia adolescente, quien el día anterior lo había despedido en el aeropuerto.

¿Y lo de Loba?

“Pues son sus cosas, güey, ¿yo que sé?”

Yo nunca supe qué se dijeron entre cornobovinos esa noche donde discutieron y no arreglaron nada. Esto ultimo sí lo sé; sé que no arreglaron nada debido a que Loba al poco tiempo tomó sus pocas pertenencias y rondó de edificio en edificio, de piso en piso, de puerta en puerta, hasta terminar en el apartamento de los miembros de Vrede: cuatro hombres y la novia del vocalista (Elsita de Suecia), todos viviendo en un apartamento de una recamara que jamás fue limpiado ni aspirado (esto lo sé también porque me dejaron la llave para entregarla en la oficina del edificio) pero donde los restos de marihuana sin fumar y hongos alucinógenos sin ingerir se encontraban entre la corteza bien establecida de suciedad humana.

messy room

Así como en el caso de Groenlandia, que no tuvo una estrategia oficial de ayuda/prevención a las personas con tendencias suicidas hasta por ahí de 2005, ya que el suicidio es un tema taboo; es decir, no se habla porque no sucede, no importa que matemáticamente hablando uno de cada cinco atente contra su propia vida, de igual manera no hubo una línea de ayuda oficial para Loba respecto de lo que sentía y expuso aquel día donde hoy solamente queda una persona para repetir lo contado.

Esto para mí es importante, porque alguien que atenta contra su propia vida no lo hace pensando de repente ¿a ver que pex?; son pensamientos y sentimientos, emociones guardadas, olvidadas y encontradas, donde una persona va alimentando una oscuridad interna, pero donde al mismo tiempo algunos indicios salen a flote, son expuestos y vistos clandestinamente, si sabes dónde volver la mirada, por supuesto.

Y así como he repetido, yo no puedo entender la decisión que han tomado tantas personas, pero sí pienso sobre el hecho de si el haber tenido conocimiento compartido de sus sentimientos hubiera cambiado algo; si se hubiese dejado de lado el mantra de: “Son cosas de él”; si se hubiera dejado de lado por un momento la barrera del “no es mi pedo” o “no me quiero involucrar”; si todo eso hubiese sucedido, ¿hubiese evitado que después de una mala fiesta y una discusión fea con una novia, Loba regresara a su casa deprimido, en un arranque de cólera contra la vida misma, a una casa de sus padres abandonada debido a que los señores Echenique vacacionaban?

Nada previó lo que sucedería, y finalmente todo lo anterior (tanto lo sucedido y lo no sucedido) llevó a Loba a colgarse del cuello dentro de su closet, para ser descubierto por sus padres al regresar.

Si algo en algún momento pudiese haber evitado el sufrimiento de Loba y el futuro tormento de sus padres, por supuesto que hubiera valido la pena involucrarse.

 

No hay, tristemente, nada más que yo pueda hacer por Loba. Solamente puedo respetar su memoria y su legado, y vivir la vida con el pesado conocimiento de que como él existen muchos otros (mínimo 56 mil, como hemos aprendido).

Y con base en todo lo que los demás no hicieron, y, de manera más tormentosa aun, todo lo que yo no hice y pude haber hecho (un e-mail preguntando ¿cómo estás?, una sesión de MSN Messenger rápida, un recordatorio de los buenos momentos de la juventud), pienso en las personas a quienes no he contactado por años o a las personas a quienes veo (he visto) en mi vida diaria, y, pensando también en Loba, es que comienza a formarse una pregunta, solamente dos palabras, pero que parece cargar tanto poder que nos da miedo utilizarlo:
¿estás bien?

 

http://www.saptel.org.mx/

 

 

 

El Alí. No soy de donde vivo, ni vivo de donde soy; pero si pienso lo que digo, puedo decir lo que pienso.


– PUBLICIDAD –Un Desierto para la Danza XX4


 

Facebooktwitterredditpinterestlinkedinmail

5 comentarios en "Die Woestyn: El llamado al otro lado"

  • el 13 julio, 2017 a las 10:29 am
    Enlace permanente

    Hace poquito me acorde de Loba, nunca supe que fue lo que paso, pero cuando todo sucedió me enteré a través de mi hermana que fue su novia en la prepa. Yo vivo en China desde hace diez años, no tuve manera de ni si quiera ir al funeral.
    Mi mama y su mama eran amigas, y nuestros papas volaban para la misma compañía, así que Loba y yo nos conocíamos desde chiquitos, su mamá organizaba sesiones de meditación para niños y adolescentes, aunque nunca fuimos muy cercanos hasta mucho mas tarde. En la prepa formamos una banda de covers de metal, así fue como Loba comenzó a salir con mi hermana menor. Íbamos a su casa dos o tres veces por semana a ensayar, él tenía un cuarto separado de la casa en el que podíamos hacer escándalo sin molestar a nadie, y cada ensayo era la cosa mas divertida del mundo. Se armaban las chelas de vez en cuando y si no, por lo menos nos lanzábamos a los tacos cuando terminábamos de ensayar.
    Principalmente tocábamos covers de death melódico, y la banda en los toquines era mucho menos fresa de lo que todos estábamos acostumbrados, pero a Loba nunca pareció molestarle, ni si quiera parecía notarlo. Se adaptaba a donde fuera.
    Tengo recuerdos muy bellos de Loba, mi mama y mi hermana también lo recuerdan con mucho cariño. Siempre tuve la impresión de que él era una persona que hacía amigos por naturaleza, siempre estaba alegre, era el miembro mas positivo de la banda, ademas tenía una risa super contagiosa. Una vez íbamos en su coche camino a un toquin cuando en el camino nos topamos con el coche de mi novio que iba justo enfrente de nosotros, yo no lo había visto hasta que Loba dijo: “Ese no es el coche del meral? Quien es esa guera en el asiento de al lado?”, y tuvimos una tarde de persecusión furtiva que terminó en el descubrimiento de que la “guera de al lado” era el hermano de mi novio que en aquel entonces tenía el pelo largo. Se rió tanto de mi y su risa era tan contagiosa que me hice pipi de la risa.
    Convivir con Loba me llevo a pensar en mas de una ocasión que de verdad era posible nacer con “angel”.
    El era un año mayor que yo, cuando terminó la prepa y tuvimos que deshacer la banda ya cada quien estaba metido en otros asuntos. Yo empecé a tocar con otras chicas y Loba se estaba mudando al gabacho, ni si quiera recuerdo cuando fue la última vez que lo vi, y cuando me enteré que había muerto, mi primera reacción fue pensar que había chocado borracho. Nunca, nunca, nunca hubiera pensado en suicidio.
    Muchos de mis amigos que estudiaban en Los Angeles de pronto se topaban con el, y las historias siempre eran las mismas, de drogas y alcohol. Mi hermana lo tenía un poco mas presente en sus pensamientos, así que yo me enteraba de todo a través de ella, y fue ella quien me pasó un par de rolas de Vrede. Recuerdo que me había dado mucho gusto por él en el momento.
    La siguiente noticia que tuve pues, es que ya todo había terminado.
    Gracias por escribir esto, a pesar de la pena que me causa lo sucedido, igualmente me da mucho gusto acordarme de los buenos tiempos que pasamos de niños y luego de adolescentes. Era un buen amigo, y una excelente persona.

    Respuesta
  • Pingback: En honor a los recuerdos… (4) – Die Woestyn

  • el 7 enero, 2018 a las 9:46 pm
    Enlace permanente

    Que cantidad de mentiras se dicen en este relato… si en verdad quisieras honrar la memoria de Loba, mínimo te hubieras informado bien de cómo pasaron las cosas. En fin…

    Respuesta
    • el 12 marzo, 2020 a las 1:49 am
      Enlace permanente

      Aún me atormenta este recuerdo, éramos amigos casuales en la prepa. Nos distanciamos y luego me enteré por una amiga en común. A la fecha no lo supero. Me gustaría entender…

      Respuesta

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *