Luces y sombras: Honremos la memoria de Jorge Arturo

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Por: Armando Zamora
Armando ZamoraSe llamaba Jorge Arturo Reina Mata. Tenía 23 años y estudiaba la Licenciatura en Administración en la Universidad de Sonora. El jueves 10 de marzo, al filo de las 15:20 horas fue atropellado en la confluencia del Boulevard Luis Encinas Johnson y la calle Rosales, frente al Edificio del Museo y Biblioteca. Minutos después fue declarado muerto en el Hospital General del Estado.

En la confusión inicial, los medios ofrecieron noticias opacas. Lo único cierto es que el joven estudiante había sido arrollado y que había fallecido. Ahora hay más datos y se habla de un lamentable accidente, pero se dice que un hecho no puede calificarse como accidente cuando hay algún culpable que provocó la tragedia. Y en este caso lo hubo:

un conductor se pasó el semáforo en rojo, golpeó con su vehículo a otro que estaba cruzando en luz verde, y éste fue el que finalmente embistió a Jorge Arturo.

Como muchos otros ciudadanos y como padre de familia, confieso que al conocer la noticia de este suceso, la consternación inicial dio paso al coraje y a la impotencia. Yo no conocía al joven Mata, pero sé ahora que era un muchacho brillante, muy querido por sus compañeros y amigos, y que será extrañado con tristeza por su familia para siempre.

Yo también pienso que no es justo que alguien muera a los 23 años, teniendo toda una vida por delante, una vida que pudo haber sido plena, con metas alcanzadas, con objetivos cumplidos y con el reconocimiento de toda la comunidad por su interacción constante y su contribución permanente en la búsqueda de la solución a los problemas que enfrentamos como sociedad.

Como empleado en la Universidad de Sonora desde finales de la década del 80, y por mis hijos que estudiaron y estudian ahí, sé que los estudiantes de la máxima casa de estudios de la entidad reciben una educación que los integra a su entorno, y creo que Jorge Arturo tenía un futuro brillante como egresado, y por ello es doblemente lamentable su fallecimiento: porque se pierde a un excepcional ser humano y a un futuro profesionista.

Hay que decir que de acuerdo a todas las versiones recogidas tanto en la prensa como de testigos, Jorge Arturo Reina Mata cumplió con todas las medidas de seguridad establecidas para cruzar las calles: esperó el cambio de luces en el semáforo, cruzó por el área establecida para hacerlo y no realizó maniobras de invasión de carriles en su recorrido. Como ciudadano cumplió con todo en ese momento trágico, los que no cumplieron fueron otros, y ellos, en otras instancias deberán responder por sus acciones. A nosotros, como sociedad, no nos corresponde emitir veredictos legales, pero eso no nos impide lamentar y recriminar que sucedan estos hechos, y debemos exigir que se aplique la ley para que haya una observancia de las normas en todos los sentidos.

La vida tiene muchos misterios, y uno de ellos es la muerte: no sabemos cómo ni cuándo llegará. Sabemos que todos falleceremos algún día, pero morir de la manera tan trágica y sin tener culpa alguna, como le pasó a Jorge Arturo, nos hacer replantearnos y revalorar no sólo el día presente, la vida misma, sino también las medidas de protección que están establecidas para evitar tragedias.

Si hubiera una forma de calificar esta muerte con indolencia, podríamos retomar las palabras del jefe del Departamento de Tránsito, quien consideró que el cruce de esas calles no es peligroso. Si nos vamos al extremo del absurdo, puede decirse que el titular de Tránsito Municipal tiene razón, porque, en rigor, ningún cruce de calles es inseguro, las vialidades son eso: simples vialidades, y lo que es verdaderamente peligroso es el factor humano, ya sean los conductores de vehículos o los peatones. Y curiosamente, las leyes de tránsito se aplican a los vehículos, a los conductores o a los peatones, según sea el caso, no a las vialidades. Así que de alguna manera este suceso se debió a una violación al Reglamento de Tránsito, que es precisamente la materia de trabajo de esa corporación, y justamente donde debe intervenir esa autoridad.

Y la pregunta es: si el cruce del Boulevard Luis Encinas y calle Rosales no es considerado peligroso, entonces ¿por qué el Comisario General de la Policía Preventiva y Tránsito Municipal declaró que para evitar accidentes y ayudar al cruce del peatón en las horas con mayor flujo vehicular se colocará un agente motorizado en la confluencia de esas calles? ¿Es o no peligroso el cruce?

Claro que es peligroso cruzar esas calles. Y a cualquier hora, porque los vehículos pasan con evidente exceso de velocidad. Ese cruce está en plena zona escolar, junto a la Universidad de Sonora y a la primaria Alberto Gutiérrez. Los autos deberían transitar a 20 kilómetros por hora en ese sector, pero no: los autos cruzan por ahí a velocidad endemoniada, en flagrante falta a los artículos 107 y 107 Bis de la Ley Número 47, de Tránsito del Estado de Sonora, que dicen, respectivamente:Ninguna persona que conduzca un vehículo deberá hacerlo negligente o temerariamente, poniendo en peligro la seguridad de las personas o de los bienes…” y “Para efectos del artículo anterior, se considera: I. Conducción temeraria: a. Conducir a exceso de velocidad en una zona escolar.

Pongo como ejemplo un cruce cotidiano de varios compañeros y de quien esto escribe: si uno decide ir del campus universitario al Edificio del Museo y Biblioteca, camina por las banquetas interiores de la Universidad y sale por la puerta ubicada casi sobre el Boulevard Luis Encinas, en esa callecita sin nombre, y ahí empieza el suplicio, porque uno no sabe si los vehículos  que vienen como rayo por ese boulevard darán la vuelta de improviso hacia la entrada principal de la casa de estudios; después uno cruza hacia la banqueta norte de la Plaza Emiliana de Zubeldía, y para pasar a la isleta donde está instalado el semáforo, en la esquina suroeste de Luis Encinas y Rosales, hay que esperar a que no haya tráfico, pues los conductores se pasan por el arco del triunfo el Artículo 134 de la ley de marras, que señala: En intersecciones o zonas marcadas de paso de peatones, donde no haya semáforos ni agentes que regulen la circulación, los conductores cederán el paso a los peatones y ciclistas que se encuentren sobre la parte de la superficie de rodamiento correspondiente al sentido de circulación del vehículo. “¿Ceder el paso ahí? Ni que fuera su Santidad”, piensan los conductores.

Ya en la isleta, y después del cambio de luces, cuando los peatones tenemos el pase libre, debemos cuidarnos de aquellos vivales que desde el mismo Boulevard Luis Encinas dan vuelta a la derecha hacia la Rosales, echándole el auto encima a quien vaya cruzando.

Aunque las autoridades crean que no es peligroso, hay que decirles que sí, que cruzar del campus universitario al Museo y Biblioteca, o viceversa, es algo que conlleva una gran dosis de riesgo, y no es precisamente porque los peatones quieran jugar a los dados con el universo, sino porque en Hermosillo, que en materia de tránsito vehicular es un caos, no hay una cultura vial digna de esta ciudad tan poco apreciada por los políticos, ni una conciencia ciudadana que nos obligue, como conductores, a conocer y, sobre todo, a respetar las leyes. No debemos olvidar que el desconocer una ley no nos exime de su cumplimiento y de la responsabilidad en caso de ser culpable de alguna falta.

A diario observamos automovilistas que hablan por teléfono celular mientras conducen o que llevan en el asiento del copiloto a niños menores de seis años o que no llevan puesto el cinturón de seguridad; también hay quienes manejan vehículos sin luces funcionales o que invaden carriles de improviso o que no advierten maniobras con direccionales, y todas estas son faltas a la Ley de Tránsito.

El artículo 162 de la citada ley menciona: Ninguna persona estacionará un vehículo en los siguientes lugares: I.- Sobre la acera…, y esta es una violación tan frecuente que ya hasta parece una maniobra permitida. Sobre las banquetas del Edificio del Museo y Biblioteca es cosa de todos los días observar automóviles estacionados. Hacerlo por trabajo o por simple comodidad es infracción a las reglas de tránsito. En otros lados, donde la banqueta no es tan ancha como en el Museo y Biblioteca, los vehículos estacionados sobre la acera obligan a los peatones a bajarse a la superficie de rodamiento, con el consecuente riesgo de provocar un accidente o ser golpeados por un vehículo.

Curiosamente, el artículo 183 de la Ley Número 47 señala: Los peatones deberán tomar todas las precauciones al cruzar una vía y no irrumpirán, intempestivamente, la superficie de rodamiento, buscando evitar accidentes de tránsito en todo momento. Los peatones que se encuentren involucrados en un accidente de tránsito por no tomar las medidas preventivas serán responsables por los daños materiales y lesiones ocasionados. ¿Y si la invasión a la superficie de rodamiento está provocada por un vehículo estacionado sobre la acera, cómo se juzga el hecho?, me pregunto.

Quizá para la mayoría de los ciudadanos de Hermosillo y de Sonora, la desventurada muerte de Jorge Arturo Reina Mata resulte insignificante o trivial. Pero ninguna muerte es insignificante o trivial. Pienso que de esta desgraciada pérdida humana hay que tomar una lección. No dejemos que su fallecimiento sea algo inútil, porque si no exigimos que se haga respetar la Ley de Tránsito, si no se fomenta una cultura vial tanto para conductores como para peatones y si no buscamos crear conciencia como ciudadanos responsables a la hora de manejar un vehículo, entonces de nada habrá servido el involuntario sacrificio de Jorge Arturo.

No dejemos que a esta muerte le sucedan otras por las mismas causas: la irresponsabilidad, la laxitud a la hora de aplicar la ley, la impunidad y el desinterés en las causas de largo plazo, que es lo que menos les interesa a los políticos que miden el tiempo en periodos de tres o de seis años. No dejemos que las infracciones sean la regla y que el cumplimiento de las leyes se catalogue como excepción, como parece que sucede ahora mismo.

Honremos la memoria de Jorge Arturo como ciudadano, como joven, como estudiante con sueños y esperanzas. No dejemos que su muerte sea calificada como una simple cadena de hechos desafortunados de alguien que estuvo en el lugar equivocado a la hora equivocada, porque así podrían archivarnos a todos en los expedientes del olvido. Si no hacemos el intento porque las cosas cambien, entonces estaremos aceptando que lo que mató a Jorge Arturo fue la trivialidad con la que el poder trata a los que considera insignificantes, a los que cuya muerte mañana será sepultada por otras muchas.

Ya tenemos las leyes. Ahora hay que hacer que se cumplan. Y que las obedezcan todos. 

 

 

Armando Zamora. Periodista, músico, editor y poeta.
Tiene más de 16 libros publicados, 12 de ellos de poesía. Ha obtenido más de 35 premios literarios a nivel local, estatal y nacional. Ha ganado el Premio Estatal de Periodismo en dos ocasiones.  Ha sido becario del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes de Sonora (FECAS). Una calle de Hermosillo lleva su nombre.


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