Basura celeste: Al margen de dogmatismos

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Por Ricardo Solís
Ricardo SolísDel reconocido autor y catedrático de religión estadunidense Harvey Cox (Malvern, Pensilvania, 1929), profesor emérito de teología para la universidad de Harvard, se publicó hace casi una década un libro que –sospecho– no dejará indiferente a quien se adentre en sus contenidos sin prejuicios. Así, desde que se haya disponible en español, El futuro de la fe (Editorial Océano, 2011) se ha convertido en un estudio fundamental, un documento en el que Cox analiza lo que llama “el renacimiento espiritual de nuestros días” y que, sostiene, se manifiesta al margen de dogmatismos y se aleja de las Iglesias jerárquicas, especialmente dentro del cristianismo.

De esta forma, en lo que significa una pesquisa histórica detallada pero en una prosa ágil y concisa, el teólogo exhibe cómo en la actualidad, tanto en el cristianismo como en otras tradiciones religiosas, las doctrinas y dogmas están siendo progresivamente rebasadas por “movimientos” que se distinguen no sólo por una “recuperación de la fe” (vista como experiencia espiritual y lejos de lo que se concibe como “creencia”) sino, también, por apoyarse en la comunidad y la justicia social.

En opinión de Cox, esta tendencia que se distancia de los conceptos de la jerarquía, así como lo patriarcal e institucional, está produciendo “un cambio profundo” que está transformando la noción misma de religión; además, resulta en buena medida una “respuesta vigorosa” frente al ateísmo o los funda­mentalismos contemporáneos que, en sus palabras, tienden a debilitarse ante el empuje de comunidades que se hallan en un proceso de “recuperación” de las características que distinguían a la cristiandad de los primeros tres siglos de nuestra era.

Ahí radica, para Cox, lo que se vuelve “esperanzador” y le hace pensar en “una nueva era” para la religiosidad en el planeta y, en específico, para el cristianismo que, en su planteamiento, después de una Era de la fe (durante los tres primeros siglos desde su aparición) que se caracterizó por haber sido “un vigoroso movimiento de fe”, se convirtió en “una falange de creencias obligatorias, con lo que sentó las bases de todos los fundamentalismos en los siglos por venir” (esto es, lo que significa una Era de la creencia) y, para no desentonar con la intensidad de las expresiones, la conclusión es que la base comunitaria y de constitución “material” de un “reino en la Tierra”, fue –tras la “fusión corporativa” que unió el culto con el imperio romano– “traicionada”.

En estos términos, de acuerdo con el reputado teólogo, en el siglo XXI parece ocurrir una especie de “vuelta de tuerca” en la que, lejos de que se cumplan augurios sobre su desaparición, el cristianismo más bien “crece hoy más rápido que nunca”, en especial “fuera de Occidente” (en lo que suelen llamar algunos especialistas “el Sur global”); ahora, estos cambios ocurren gracias a que muchos pueblos que abrazaron la nueva religión acabaron por “contaminarla” y, por otra parte, el avance de los conocimientos históricos (sobre todo respecto de los primeros siglos del cristianismo) ha demostrado la falsedad de los cimientos aparentes de los dogmas y la creencia obligatoria que se busca imponer desde la burocracia centralista de Roma.

Con todo, aunque Cox abunda en ejemplos provenientes de la tradición cristiano-católica, no se limita a ellos y, con una amplia experiencia en la promoción del “diálogo” entre religiones, busca probar que este fenómeno de “retorno” a los orígenes de los distintos cultos parece ser general y se sustenta en una recuperación de la religiosidad como “experiencia interior” y, asimismo, como una manera de enfrentar –de tomar posición ante– “el misterio” como seres humanos, lo que puede expresarse “de muy distintas formas”.

Ahora bien, esta cuestión de “regreso” hacia lo “primitivo” en el cristianismo hace pensar a Cox en las semejanzas entre aquella época y la actual, esto es, un contexto social que estaba determinado por la multiplicidad de culturas y los desplazamientos migratorios, detalles que permitieron a la religión ser “multifacética”, sin patrones de gobierno establecidos, liturgia uniforme o una teología estandarizada; parecería que aquella “flexibilidad” se repitiera, aunque basada en condiciones distintas que producen resultados similares, permitiendo que las comunidades de muchas partes del mundo puedan formar parte de un culto que es “cultural, racial y teológicamente heterogéneo”.

Entre los detalles de interés para el lector mexicano, el capítulo 8 se centra en una entrevista que sostuvo Cox con Joseph Ratzinger en 1988, cuando –quien sería Papa tiempo después– presidía la Congregación para la Doctrina de la Fe en el Vaticano. A querer y no, el retrato que, casi de manera involuntaria, dibuja el autor sobre quien después ostentó el nombre de Benedicto XVI es bastante ilustrador y desilusionante si se piensa en que el papel del papado será fundamental en el futuro de un catolicismo que, como otras religiones, se encuentra inserto en una época –la actual– en la que, respecto del diálogo posible y necesario entre los diferentes cultos, existe “más conflicto que nunca”.

Respecto del fundamentalismo, Cox no hace distingos entre religiones y destaca que, en su mayoría, estos movimientos llegan al extremo de equiparar la fe con la creencia (justo lo que dio pie al autor para comenzar la escritura de este libro) y, también, a buscar la imposición de lo que consideran como “creencias correctas” pero que, al alejarse del sentido originario de la experiencia de la fe, terminan por dedicar –de acuerdo con Cox– “demasiada energía a una causa perdida”.

En el libro se dedica un buen número de páginas a los movimientos pentecostales, la diversidad de “cristianismos” en Estados Unidos, Asia, África o Latinoamérica y, pensando en este último continente, hay un apartado donde Cox se detiene en lo que significó su contacto con la “teología de la liberación” (a la que describe como “el movimiento teológico más innovador e influyente del siglo XX”), la cual “replantea el mensaje cristiano” desde la perspectiva de los pobres y los marginados.

Para concluir, basta citar en extenso una de las conclusiones del autor que, después de todo, resulta inevitablemente cercana a nosotros: “el cristianismo entendido como un sistema de creencias protegido y transmitido a través de una institución religiosa privilegiada por una clase clerical se extingue ya. Hoy está en ascenso el cristianismo como un modo de vida compartido de una inmensa variedad de maneras por una diversa red global de hermandades”. Nada mal para alguien que no se declara ateo.




Ricardo Solís (Navojoa, Sonora, 1970). Realizó estudios de Derecho y Literaturas Hispánicas en la Universidad de Sonora. Ha colaborado en distintos medios locales y nacionales. Ganador de diferentes premios nacionales de poesía y autor de algunos poemarios. Fue reportero de la sección Cultura para La Jornada Jalisco y El Informador. Actualmente trabaja para el gobierno municipal de Zapopan.


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