Basura celeste: Bailar sobre el hielo delgado

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Ricardo Solís

Por Ricardo Solís
El litigante penalista alemán –y ahora escritor– Ferdinand Von Schirach (Múnich, 1964) dio inicio a su carrera literaria hace algunos años con el libro de relatos Crímenes (Salamandra, 2011) que, en buena medida, significó un éxito de ventas para el autor en el viejo continente y ha puesto de relieve las cualidades atípicas de un narrador “emergente” que toma de la realidad la base para sus cuentos, historias breves en las que los personajes integran un muestrario social inquietante y, a un tiempo, perturbadoramente familiar.

Quizá lo que atrae en las historias que conforman Crímenes sea, primero, que el autor (con una experiencia de más de 700 “asuntos” de carácter penal en los que ha tomado parte) se basa en hechos reales y, también, que la calidad de su prosa resulta, por decir lo menos, infrecuente; así, puede el lector atestiguar un manejo pulcro (pero no convencional) de los tiempos en la narración, un lenguaje sencillo pero sugerente y, sobre todo, personajes en los que “se deja ver” lo que ha marcado su desarrollo, su personalidad, sus dobleces y paradojas, algo que –por fuerza– establece un lazo de afinidad con quien se enfrente a estos relatos.

Ya el propio autor “desnuda” un poco de sus estrategias literarias o intenciones en un breve prólogo que acompaña este libro; refiere que cuenta “las historias de asesinos, traficantes de drogas, atracadores de bancos, prostitutas. Todos tienen su historia y no son muy distintos de nosotros. Nos pasamos la vida bailando sobre una fina capa de hielo; debajo hace frío y nos espera una muerte rápida. El hielo no soporta el peso de algunas personas, que se hunden. Ése es el momento que me interesa. Si tenemos suerte, no ocurre nada y seguimos bailando. Si tenemos suerte”.

Así, no es difícil notar su interés por el “baile” y el instante en que esa capa de hielo anuncia una grieta o acaba por romperse; Von Schirach, por supuesto, se sirve de su experiencia en el campo legal para que la atención de su posible lector se disperse en los distintos personajes que intervienen (incluso en él mismo), no evita “mostrar” los intersticios procesales ni la incidencia de la cotidianidad en el ejercicio de la burocracia jurídica, pero tampoco tiende su balanza narrativa hacia ese extremo, antes bien, se ayuda con elementos de carácter psicológico, sociológico, histórico o literario.

Con todo, este “coctel” narrativo no podría sostenerse si en la prosa no se consigue hacer que todas las cartas operen en un juego general, unívoco; de esta forma, en Von Schirach despuntan (o se intuyen) las habilidades de un buen lector y las destrezas de un observador consciente y detallado, alguien que no busca demeritar la crudeza de las acciones ni ofrecer indicios de convencionalidad que después se encargará de “romper” con una efectiva capacidad para invocar el dato necesario que permite el giro inesperado o el suceso sorpresivo. En la “dosificación”, decía Reich-Ranicki, es donde prueban los escritores que tal vez aspiren a vencer ciertos olvidos con su trabajo.

En esta precisión para contar es donde algunos críticos y reseñistas –esa plaga– han encontrado motivo para decir que la prosa de Von Schirach en este libro es “sencilla”, pero eso está lejos de la verdad; eso sí, acierta quien ha comparado su lenguaje con el de la cinematografía pues, en ocasiones, el punto clave o el hecho imprevisto que desencadena una resolución o devela el fin de una trama es de tipo visual, pero sería injusto “reducir” bajo este argumento la calidad de una escritura en la que dicho detalle es apenas uno entre muchos y muy variados.

Von Schirach señala en su prólogo una frase de un tío suyo –que se suicidó– que remarca el interés por determinado tipo de personajes; así, cuando su pariente dejó escrito que “la mayoría de las cosas son complicadas, y la culpabilidad es un asunto peliagudo”, de ahí tomó el autor una suerte de “eje” que, dice, no lo ha abandonado un solo día y, por otro lado, expresa muy bien una constante para los once relatos de Crímenes, es decir, la complejidad de los asuntos humanos y la enorme dificultad para emitir un juicio determinante acerca de nada.

Finalmente, Crímenes trata justamente de eso, y no dejará de atraer lectores el hecho de que en estos cuentos encontremos, al par de asaltabancos, asesinos, caníbales incipientes o individuos aquejados por diferentes formas de locura, el múltiple rostro de una sociedad marcada –como todas, imagino– por la migración, las desigualdades sociales y las debilidades o fortalezas de su sistema judicial (alemán en este caso, no olvidar); todo a través de una escritura con una precisión de filo que corta, literalmente.




Ricardo Solís (Navojoa, Sonora, 1970). Realizó estudios de Derecho y Literaturas Hispánicas en la Universidad de Sonora. Ha colaborado en distintos medios locales y nacionales. Ganador de diferentes premios nacionales de poesía y autor de algunos poemarios. Fue reportero de la sección Cultura para La Jornada Jalisco y El Informador. Actualmente trabaja para el gobierno municipal de Zapopan.


SUM Comunicación

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