martes, abril 16, 2024
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Cantar que es contar

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Por Carlos Sánchez
Cantar más allá de un discurso de amor y lágrimas. Cantar sin la estructura de un verso convencional. Las voces que imbrican hacia un mismo objetivo: compartir lo aprendido en el II Taller de Ópera Alfonso Ortiz Tirado 2020, en contexto de FAOT.

Cantar en el Teatro de la Ciudad de Casa de la Cultura de Sonora, en Hermosillo, subsede del festival de marras. Cantar en domingo por la noche, cuando ya el silencio es un
remanso como preámbulo para el otro día despertar y recomponer los caminos hacia las actividades cotidianas.

En este impase de fin de semana, los espectadores congregados en el Teatro, atienden desde la mirada el escenario minimalista: la sugerencia de un jardín, un piano, y la
emoción que imprime la iluminación.

Tercera llamada es la frase que nos alerta los sentidos. Disponerlo todo para apreciar la entrega. Y ocurre que sí, que los alumnos participantes en este Taller vuelcan sus energía
como sinónimo de pasión. Las voces nos cuentan la historia de la Opereta La boda de las farolas, de Jacques Offenbach.

Hay lucidez en el canto, la plausible existencia del devaneo, el alegre movimiento de una coreografía que se muestra un tanto inocente y jovial. Y nacen ganas de reír e incluso de
bailar.

La noble virtud de la educación. Acatar el rumbo que trazan los maestros de este taller: Teresa Rodríguez y Joshua Major. El más óptimo desenlace del aprendizaje. Y mostrarlos a
los espectadores en esta ópera.

El piano que interpreta Mitchel Casas marca la pauta hacia el destino de las voces. Los tiempos intactos donde las oraciones encajan con precisión. Cantar que es contar.

 

Ópera Gianni Schicchi de Giacomo Puccini

La vida que no pierde vigencia. Ni la muerte. Florencia en 1299. Buoso Donati ha muerto en su cama, su familia le llora melodramáticamente, hasta que se enteran del rumor de
que Donati habría dejado todo su dinero al monasterio local, en su testamento.

Hermosillo en 2020. La recreación del argumento que se basa en un nombre que aparece en el canto XXX del Infierno de La Divina Comedia, salpica de emoción a los espectadores.

La dirección en manos de Teresa Rodríguez, quien alumbra con luz ámbar el libreto, autoría de Giovacchino Forzano, se muestra fundamental, la pasión en sus movimientos
sugiere el conocimiento, bagaje que es autoridad al instante de ilustrar.

Hay algarabía, las caracterizaciones acertadísimas de los personajes. La ejecución de lo recientemente aprendido.

Así transcurre la Ópera, en la emoción también de los intérpretes que habitan el teatro en sus diversos espacios, entre los pasillos, por ejemplo, con lámparas en sus manos, con sus
voces que se adhieren a los oídos por demás cercanos.

Y aplaudir es la reacción más honesta de gratitud.





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