jueves, abril 18, 2024
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Basura celeste: Cartas para gozar y aprender

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Por Ricardo Solís
A pesar de la creciente animadversión que despiertan sus posiciones políticas, Mario Vargas Llosa sigue siendo uno de los autores más importantes en lengua española y algunas de sus novelas se encuentran entre lo mejor que se haya escrito durante el pasado siglo; una vez aclarado ese punto, en esta ocasión vale revisar la más reciente edición de su libro Cartas a un joven novelista (Alfaguara, 2011) que, aunque publicado originalmente en 1997, se trata de una publicación que supera las anteriores y ofrece a sus lectores la posibilidad de acercarse a lo que, de acuerdo con el peruano, significa escudriñar los mecanismos y azares que determinan el quehacer literario, específicamente en lo que respecta a un género que nace y va de la mano con la modernidad (además, se trata de un texto donde el ensayo se funde con la trama epistolar, la intención didáctica y el gozo expositivo para recorrer un canon personal de magistrales narradores y obras).

Antes que nada, debido a las veleidades de la distribución y el diseño editorial, es perfectamente posible que, a partir de su aparición hace unos años, esta edición haya conseguido una mayor difusión que las anteriores, toda vez que pudo resultar más atractiva para los jóvenes y, por otra parte, se integra –por cercano parentesco– a la no pequeña serie de textos en los que Vargas Llosa reflexiona acerca de la literatura y sus autores predilectos; como ejemplos de esto, además de sus obras sobre escritores en lo particular (Flaubert, Víctor Hugo, Arguedas, Onetti), basta recordar ese libro indispensable llamado La verdad de las mentiras (Alfaguara, 2003).



Ahora bien, condicionado por su título, el libro atiende al tono pedagógico que obliga el dirigirse, presumiblemente, a un interlocutor que hace preguntas y comentarios al experimentado novelista y, por ende, éste responde; con la lógica disposición del maestro que encuentra su recompensa en compartir su conocimiento, pasión y dudas con alguien que –todo indica– comparte de forma auténtica su entrega al trabajo que significa la escritura de ficción (en este caso, de novelas).

De igual modo, resulta atrayente el alejamiento que por necesidad formal (dirigirse a un interlocutor joven, que escribe, que pregunta) se da respecto del discurso académico y el ahondamiento en los aspectos constitutivos de la novela a través de un lenguaje que persigue la sencillez y se sirve hábilmente de los ejemplos para clarificar su exposición; pero, todavía más, Vargas Llosa no se circunscribe al universo novelesco para detallar o ejemplificar detalles sino que se sirve asimismo del cuento para dar cuenta de cómo operan los sutiles o concretos “mecanismos” que hacen de una historia contada con eficacia algo que logre un nivel suficiente de –diría el propio autor de La casa verde– “persuasión”.



Ante todo, debe destacarse el tono de entusiasmo con que el escritor peruano va dosificando, en breves misivas, su revisión de lo que concibe como el “arte de la novela” sin caer en la profusión ni la sedimentación discursiva. Por otra parte, se trata de uno de los libros menos comentados y difundidos del autor, algo que parecería injusto pensando en el recibimiento crítico (nada condescendiente y muy merecido) que han recibido sus más recientes publicaciones.

Para concluir, Cartas a un joven novelista es un texto breve, digerible y –además– útil, puesto que sus cualidades lo hacen apropiado como auxiliar para cursos o, de modo más sencillo, como una especie de “manual” sin mayores pretensiones que las de aportar y favorecer el desarrollo formativo de algún posible aspirante a escritor que, benéficamente, podrá verse conminado –al final del libro– para lo más importante, es decir, “ponerse a escribir novelas”.



Ricardo Solís (Navojoa, Sonora, 1970). Realizó estudios de Derecho y Literaturas Hispánicas en la Universidad de Sonora. Ha colaborado en distintos medios locales y nacionales. Ganador de diferentes premios nacionales de poesía y autor de algunos poemarios. Fue reportero de la sección Cultura para La Jornada Jalisco y El Informador. Actualmente trabaja para el gobierno municipal de Zapopan.


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