viernes, abril 19, 2024
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Basura celeste: La grata complejidad

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Por Ricardo Solís
Una de las novelas más representativas del escritor canadiense Mordecai Richler (1931-2001) es, sin lugar a dudas, La versión de Barney (Sexto Piso, 2011), una historia que sirvió de base para la conocida cinta del mismo título que, dirigida por Richard J. Lewis y estelarizada por Paul Giamatti en 2010, se alzó con el premio a la mejor película en la Berlinale de ese año y el Globo de Oro por la mejor actuación para su protagonista; sin embargo, la lectura de la novela reserva sorpresas en sus más de 400 páginas, en especial si se es afecto a los detalles y el humor, cuando se sirve de la narrativa para ampliar sus recursos y tornarse gratamente complejo.

Como narrador único y decidido, Barney Panofsky relata su historia y lo hace desde la decepción y el gusto por la digresión, por medio de un lenguaje despreocupado que va de la grosería a la exaltación y el regodeo. Como quien realizó alguna vez “viajes iniciáticos” en su juventud con la idea de convertirse en “un escritor”, Panofsky lo que consigue es hacer fortuna como productor y guionista de series de televisión aunque, para bien de quien enfrenta su relato, su contacto con gente ligada a la industria cinematográfica, sus orígenes como judío –ciudadano canadiense pero hijo de migrantes venidos del viejo continente–, sus pretensiones intelectuales (a lo que se suma su afición delirante por el hockey sobre hielo o el beisbol) y sus ideas acerca de la amistad o la paternidad, se mezclan en un coctel que, ayudado por las notas aclaratorias al pie de las páginas (que nada tienen que ver con la idea de “subestimar” al lector), lo convierten en un personaje risible pero serio que busca contravenir la versión que le acusa de cometer un acto deleznable.




Después de tres matrimonios y con tres hijos, Barney Panofsky cruza por la historia con el intermitente propósito de desmentir a uno de sus amigos de juventud –McIver– que ha logrado convertirse en un autor respetado en el mundo de las letras y que, en una publicación reciente, sostiene que nuestro narrador es responsable del asesinato de otro de sus compañeros de correrías en el pasado. Con ese telón de fondo, no es de extrañar que Panofsky –quien, como el autor cuando publicó el libro, se encuentra cercano a los setenta años y con la muerte rondando su pensamiento– salte de una memoria a otra, se erija como censor o simple fabulista, como quien cuenta sin demandar que le crean pero, a un tiempo, dejando entrever lo necesario que, para él, resulta “limpiar” su nombre.




Seguramente, Barney Panofsky no logra convencer a nadie pero sí, a su despecho, conquista la memoria de cualquier lector a quien también servirá como ejemplo de hasta dónde puede llegar la argumentación desencadenada. Mordecai Richler es, ya lo han dicho sus apologistas, un excelente novelista que, como concierne a quien ejerce con dedicación y talento su oficio, no se engaña con el espejismo de buscar “nuevas estrategias” discursivas; su escritura es la un jugador malicioso que conoce muy bien el mazo de cartas y, como consecuencia, la trampa y el engaño le son familiares, además de la risa resultante.




Ricardo Solís (Navojoa, Sonora, 1970). Realizó estudios de Derecho y Literaturas Hispánicas en la Universidad de Sonora. Ha colaborado en distintos medios locales y nacionales. Ganador de diferentes premios nacionales de poesía y autor de algunos poemarios. Fue reportero de la sección Cultura para La Jornada Jalisco y El Informador. Actualmente trabaja para el gobierno municipal de Zapopan.


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