viernes, abril 19, 2024
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La Perinola: El uso de la palabra

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Por Álex Ramírez-Arballo
Mi oficio es el de las palabras. No exagero, a eso me dedico, a leerlas y reproducirlas en hojas de papel como esta que ahora mismo tengo delante de mí. Es el lenguaje, que es lo que nos vuelve humanos, que nos abre a la conciencia de ser y estar en el tiempo. Las palabras son nuestro auténtico hogar. Usar las palabras debería ser nuestro más elevado deber y también nuestro placer más hondo: todos los grandes sueños del hombre -y también sus pesadillas- caben en este sencillo mecanismo que nos permite expresar lo que pensamos y sentimos. Hay un lugar común que, como todos los lugares comunes, no por repetidos dejan de ser verdaderos, y es el siguiente: el límite del lenguaje es el límite de nuestro pensamiento. Ampliar el número de palabras que utilizamos y la forma en la que disponemos de ellas nos permite cambiar, evolucionar, ser otros.

Contrario a lo que se podría pensar, no es la ignorancia el enemigo más letal de las palabras. Su verdadero adversario es el silencio de la censura que nos impone el poder o que nos imponemos nosotros mismos por cobardía, pereza o sepa Dios por qué profundos resorte sicológicos. Contra ese silencio, que no es serenidad, ni paz, sino ausencia de vida, se precisa el ejercicio arrebatado y cotidiano de las palabras sobre un papel, en la virtualidad o en la simple conversación cotidiana. Es nuestro derecho más preciado el ser fieles a este mecanismo prodigioso que nos dignifica y ensancha. No es en vano el hablar, aunque aparentemente se digan necedades; cuando lo hacemos con conciencia de su poder, el lenguaje se convierte en el espejo donde podemos clarificar nuestro verdadero rostro. Quien está abierto a los poderes de la vida aprenderá a hacer de sus torpezas escalera o instrumento de encuentro con los demás: no dialogamos para tener siempre la razón, esto es descaradamente infantil, dialogamos para crear una experiencia común y evitar caer en los mil y un atajos de la violencia.




Como académico y escritor me siento profundamente comprometido con el lenguaje: trato siempre de honrarlo y hacerme en él con la paciencia y el amor sencillo de los artesanos. Hay un imperativo ético elevadísimo que nos obliga a no guardar silencio. Hoy que vemos un país enfermo, tasajeado por los vendimiadores de la sangre, acudir al poder de las palabras me resulta ineludible. El lenguaje es el suelo firme sobre el que es posible edificar una casa para todos, aunque pensemos y seamos diferentes. Envilecer el lenguaje es derrumbar los puentes que nos llevan hacia un mejor futuro.

Escúchate a ti mismo, háblate y dime lo que eres: no te calles nada. Tu voz hace falta para que mi voz no sea solamente el aullido de un loco, para que tu voz y mi voz sean nuestra voz, algo que crece como un árbol y que florece sentido, y que da su fruto más dulce: la comprensión, el acuerdo, la empatía. Así de importante es todo esto.




 

Álex Ramírez-Arballo. Doctor en literaturas hispánicas. Profesor de lengua y literatura en la Penn State University. Escritor, mentor y conferenciante. Amante del documental y de todas las formas de la no ficción. Blogger, vlogger y podcaster. www.alexramirezblog.com


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