viernes, abril 19, 2024
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Imágenes urbanas: Los pretextos del “Coy”

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Por José Luis Barragán Martínez
José Luis Barragán
A poco de casado, el “Coy” se dio la primera escapada con los cuates, aparecieron unas chamacas y el cotorreo fue de película, aunque al llegar a su casa pintarrajeado el pleito con su mujer fue de lo peor.

Cuando platicó con sus amigos, éstos se carcajearon a sus costillas y le dieron consejos “para despistar al enemigo”, así que a la siguiente escapada, cuando llegó a su casa oliendo a perfume de mujer, se ensució las manos con las llantas del carro y se las pasó por todo el cuerpo, le dijo a su esposa que había tenido una ponchadura, el resultado fue sorprendente, no solo no lo regañó sino que hasta lo mandó a que se diera un baño.




Más tarde, en la siguiente aventura, se embadurnó la ropa de grasa, y otra vez al baño. El hombre estaba feliz con estar mentirillas que le permitían vivir como soltero.

En otra ocasión se vació un bote de cerveza, “es que el ‘Camaney’ se puso loco y me bañó con cheve”, y vas al baño de nuevo.

“La cuestión es contrarrestar el perfume de mujer porque las esposas son expertas en detectarlos”, eran los consejos de sus grandes maestros ya veteranos en esas lides.




La madrugada del último domingo lo agarró en un antro, el aroma de ‘Chanel # 5’ se podía oler a tres metros de distancia, al llegar a su casa pudo ver que tras una de las ventanas su mujer lo esperaba, así que a discreción le arrancó unas hojas al yucateco que tenían en el patio, las molió entre sus manos y se las pasó por la ropa, “¡y ahora, por qué vienes de verde!”, “es que… un pajarito estaba en el suelo y me subí al yucateco a ponerlo en su nidito, me dio mucha lástima”, “¡nada, nada, quiero que en este momento te subas al yucateco y me muestres el famoso nido!”.

Como pudo empezó a subir al árbol, pensando, pensando rápido, de pronto vino la idea “ni modo, hay que sacrificarse”, y se dejó caer, quebrándose un brazo.

Estuvo varios días encamado y su mujercita, hasta en la boca le daba comida.




*Por José Luis Barragán Martínez, colaborador


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