Imágenes urbanas: El mundo de las mariposas

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Por José Luis Barragán Martínez
José Luis Barragán
Abelardo, 17 años, cuarto semestre de preparatoria, caminando alrededor del Mercado Municipal de Hermosillo una mano se le aparece ofreciéndole billetes de lotería, como nunca había jugado quiso probar, compró un cachito y, suerte de primerizo, salió premiado con 20 mil pesos. A pesar de las penurias económicas en su casa guardó el secreto, el dinero lo quería para satisfacer una ilusión, para darse un gusto que desde que entró a la adolescencia lo perseguía como una bola de fuego: El gran deseo de hacer el amor con una mujer por primera vez.

Dio aviso a sus padres que durante todo el sábado estudiaría con unos amigos y que a lo mejor dormiría en casa de uno de ellos para regresar el domingo, tomó un autobús y se fue a Guaymas, a la Zona de Tolerancia, quiso ir donde no hubiera ningún riesgo de que le saliera algún conocido, le daba pena que los suyos supieran su deseo de mujer y que lo fueran a considerar sucio, pecaminoso.




Llegó a Guaymas al mediodía del sábado, temblando entró al bar “La Sirenita” pero no se atrevió a decirle nada a ninguna de las damiselas allí presentes.

Tomó otro autobús y se fue hasta Obregón donde entró al “Volante”, pero nada más de ver a las mujeres sintió que el corazón se le salía, entonces le dio para Navojoa, en el “El Bunquer” quedó prendido de una hermosa morena, tomó una copa de tequila para darse valor, luego otra y otra, y cuando despertó… estaba en la cárcel, era domingo.




“Andabas hasta atrás haciendo desmanes, escandalizando”, le dijeron los de la ley. Después de tres días quedó en libertad, del dinero nunca supo dónde quedó: “Cuando te trajimos no traías nada”, le dijeron los municipales.

De plano se puso a pedir limosna en la vía pública para regresar a Hermosillo donde su familia ya lo daba por secuestrado, no le quedó de otra que platicar la verdad pero no le creyeron, aunque la madre opinó: “Hay que reconocer que la cosa carnal vuelve locos a los hombres”, el padre contestó “¿y a las mujeres no?




En la Universidad

Los cuatro universitarios de primer semestre se quedaron callados, luego soltaron la carcajada cuando Remigio les dijo que a su edad nunca había estado con una hembra y les pidió que ellos, que llevaban más mundo recorrido, le presentaran alguna sexoservidora que lo acabara de convertir en hombre, para lo cual había ahorrado dos mil pesos, desde luego la súplica por delante: “Una mujer limpia, que no me vaya a enfermar”.

Después de tres semanas, por la noche, los cinco muchachos contactaron al taxista que los llevaría directo donde los esperaban cinco mujeres de paga, “¿por qué cinco?”, preguntó el Remigio, uno de sus amigos contestó apenado: “Es que también para nosotros será la primera vez”.




Esperando la muerte

Dos niños jugando en el patio, la madre observa mientras lava ropa bajo la sombra de un gran árbol de palo fierro, lágrimas salen de sus ojos hasta convertirse en río, sabe que no hay futuro para ellos ni para ella y todo por su esposo, un hombre que pese a su fidelidad, antes de casarse, en la despedida de soltero que le hicieron sus compañeros de trabajo, con la euforia del alcohol se metió con una mujer galante que encontró en el Periférico Norte y contrajo el SIDA y la contagió a ella, los niños nacieron con SIDA, todos esperan el mañana, un mañana sin sol, sin luna, sin estrellas, sin esperanzas.




*Por José Luis Barragán Martínez, colaborador


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